Supuestamente la leyenda original se basa en la historia de Margarita, una artistócrata alemana que vivió en 1533 y a quien su madrastra desterró a Bruselas cuando apenas tenía 16 años. Ahí conoció y se enamoró de un príncipe que, decían las malas lenguas, era nada más y nada menos que Felipe II de España (el hijo de Carlos V). Los padres de Margarita no estuvieron de acuerdo con la relación porque no era correcta políticamente hablando. La joven murió repentina y sospechosamente a los 22 años y -otra vez las malas lenguas, que por lo visto no descansan nunca- hicieron responsable a Felipe, quien ya se había aburrido de la pobre Margarita.
La historia fue retomada por los hermanos Grimm quienes la adaptaron como cuento infantil… si así se le puede llamar a un relato en el que la Madrastra/ Bruja se come el corazón que el cazador le trae, pensando que es el de Blancanieves. Pero ahí no queda la cosa. La malvada reina no muere al caer por un despeñadero al ser perseguida por los enanos, como en la película de Disney, sino que es invitada a la boda de su hijastra con el príncipe en donde la obligan a bailar con unos zapatos de hierro calentados al rojo vivo, hasta que muere.