Hay series que se hacen parte de nuestra historia. Sus personajes se vuelven entrañables, sus tragedias nos preocupan y sus exitos nos emocionan. Ya sea que uno tenga que esperar una semana para el próximo episodio o que no pueda despegar los ojos de la pantalla en uno de esos malsanos maratones de Netflix que nos hacen desvelarnos sin piedad, uno llega hasta el extremo de sentir una extraña pesadumbre cuando nos vemos obligados a separarnos del mundo alterno que nos ofrecen nuestras series favoritas.
Pero por más felices que nos hagan sentir o por más felices que parezcan los protagonistas, lo cierto es que las largas horas de grabación, los egos, las diferencias creativas, la pesada rutina que implica hacer un programa de televisión año tras año, son factores que muchas veces hacen que el trabajo se vuelva tedioso, estresante y frustrante, que además, no puede verse reflejado en pantalla.