Cuando el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF, por sus siglas en inglés) dio por terminada su edición 2020, leí un tuit de un reportero haciendo una encuesta: “Quitando a Nomadland, ¿cuál fue su película favorita del festival?”.
Nomadland de la directora Chloé Zhao (The Rider) causó revuelo al estrenarse en tres festivales de cine de manera simultánea: Toronto, Telluride y Venecia. Es normal que estos encuentros de gran renombre compartan películas en sus respectivas programaciones (a pesar de la silente, aunque reconocida, batalla por ganar las premieres mundiales), pero esta proyección fungió como un símbolo de hermandad en tiempos en los que el mundo enfrenta una pandemia y, como toda la industria del entretenimiento, los festivales han sufrido golpes fuertes, como la casi inusitada cancelación del Festival de Cannes en mayo.
Venecia, el festival de cine más antiguo del mundo, ha sido el primero de los clase A que se atreve a hacer una edición presencial respaldada por el gobierno de Italia y el control que ya se tiene del virus en aquel país. Con estrictos protocolos de seguridad, el glamour regresó al Lido, donde estrellas que pudieron cruzar las fronteras de la Unión Europa caminaron por la alfombra roja; periodistas y público, mayoritariamente europeo, pudieron disfrutar de una celebración de cine inusual, pero necesaria.
El TIFF, que se ha posicionado como parteaguas en la carrera por el Oscar y punta de lanza en Norteamérica para películas que se estrenaron en Cannes o Venecia, optó por tener una edición primordialmente digital y más pequeña de lo habitual a pesar de contar con poco más de 130 películas. Esto era inevitable, la situación global ha hecho que la industria se tenga que adaptar a la oferta disponible, además de incluir factores externos como el que los Oscar se hayan retrasado a abril de 2021 y las distribuidoras hayan preferido guardar sus títulos con más potencial para lanzarlos más adelante. Se da paso, entonces, a cine proveniente de todo el mundo que quizá hubiera pasado desapercibido por la ola de ruido que causan los directores y actores más reconocidos, dándole la oportunidad a compradores, prensa y público de disfrutar y descubrir sin un viciado aparato mediático de por medio.
En Nomadland, Fern (Frances McDormand), recién divorciada y sin aparentes ataduras, se encuentra a diferentes personajes con quienes establece vínculos que la llevan a reencontrarse a sí misma, mientras la cámara del fotógrafo Joshua James Richards (Songs My Brothers Taught Me) capta impresionantes amaneceres y atardeceres, y la música de Ludovico Einaudi (Dear Basketball) provee la melancólica atmósfera. Sin afán de engrandecer algo a niveles de expectación imposibles de sostener, fue, para estos ojos, la mejor película del festival; además se presentó justo cuando Venecia, con su jurado liderado por la actriz Cate Blanchett, anunció que era la ganadora del León de Oro, el máximo galardón que otorga este certamen.