Adam McKay, conocido por su sociedad con Will Ferrell para poducir sus smart dumb movies (inteligentes películas bobas), como ellos mismos las llaman, sabía una cosa cuando decidió hacer El vicepresidente: más allá del poder: bajo ninguna circunstancia quería que se viera y sonara como el típico drama político biográfico:
Quería una película que atrapara y envolviera. La historia es demasiado épica, demasiado trágica y espeluznante para haberla hecho de manera tradicional.
McKay afirma que su mayor inspiración fue Il Divo, la cinta de 2008 de Paulo Sorrentino sobre Giulio Andreotti, el corrupto primer ministro italiano. "Tenía todo el estilo y el tono de Tiempos violentos. Tony Servillo interpreta a Andreotti como si trajera una máscara que apenas se mueve [...] Inmediatamente sentí que tenía un permiso que me llenó de inspiración. Me di cuenta que ningún lado está escrito que un drama político debe ser austero. No hay reglas que digan que no puede establecer contacto directo con la audiencia. Ya había jugado con este estilo en mi película anterior (La gran apuesta), pero después de ver a Sorrentino supe perfectamente qué era lo que tenía que hacer."