Seguramente no soy la única que desde ayer tiene un crush mayor con Guillermo del Toro. Ya sabíamos que el director es conocido por su encanto y sencillez, pero lo que ayer demostró en su Master Class dentro de la 33va. edición del Festival Internacional de Cine de Guadalajara fue mucho más allá de eso. Del Toro ayer se reveló como un hombre sabio, que ha aprendido de sus caídas y que está comprometido profundamente con su oficio y con las nuevas generaciones de cineastas mexicanos, a los que está dispuesto a llevar de la mano para entrar por la puerta grande que sus triunfos le han abierto en Hollywood.
Con una frescura que resulta sorprendente para los que estamos acostumbrados a escuchar las declaraciones cautelosas, rígidas y ensayadas de muchos directores, la franqueza sin tapujos de Del Toro hizo que nos dieran ganas de correr a abrazarlo y pedirle que se lanzara para presidente. Porque la visión de un mexicano que está orgulloso de serlo y que triunfa a nivel internacional es invaluable y más cuando la comparte desde su corazón...
