El cine llegó a México casi de la mano de la Revolución Mexicana. Fue Porfirio Díaz quien, en su amor por todo lo francés, trajo a nuestro país el invento de los hermanos Lumiere: el cinematógrafo. De hecho, se considera a una filmación del presidente Díaz paseando a caballo por Chapultepec, como la primera película mexicana.
Pero curiosamente, el mismo cine que Díaz trajo a México fue el encargado de registrar su caída y la lucha por el poder que se desencadenó después. La Revolución Mexicana no sólo fue la primera gran revolución del siglo XX, también fue el primer movimiento social armado filmado en la historia.
Los caudillos revolucionarios no tardaron en darse cuenta del enorme poder propagandístico de este nuevo medio. Francisco I. Madero, Venustiano Carranza y Álvaro Obregón tenían a sus cineastas personales para filmar sus aventuras. Pero ninguno fue más lejos que Pancho Villa, quien contrató a directores norteamericanos para seguir los avances de la División del Norte. La filmación más impresionante de la Revolución Mexicana fue la de la batalla de Celaya, una obra épica casi tan perfecta que incluso existe la leyenda de que Villa la montó para parecer victorioso.
Un conflicto social armado de semejante peso e importancia no podía escapar -obviamente- del escrutinio posterior que la literatura y el cine hicieron de sus protagonistas. Y menos cuando los cuadillos revolucionarios se traicionaron y asesinaron unos a otros, en una lucha por el poder que eventualmente dió a luz a lo que hoy nuestro presidente electo denomina la 'mafia del poder'. Misma a la que en dos ocasiones, no le gustó para nada lo que el cine tenía que decir sobre la Revolución...