En diez años Mel Gibson pasó de ser un actor australiano desconocido que protagonizaba Mad Max a una de las figuras más reconocidas gracias a la franquicia de Arma Mortal. En 1996 se convirtió en rey de Hollywood después de que su película Corazón valiente ganara dos Oscars por Mejor película y Mejor dirección. A esto siguieron más éxitos: El complot, El patriota, Lo que ellas quieren, Señales; Gibson lo mismo interpretaba a un héroe de acción que a un galán de comedia romántica y parecía que nada podía salirle mal a este carismático y guapísimo hombre, que además era un ferviente católico y el amoroso padre de siete criaturas que había procreado en su matrimonio ejemplar con Robyn.
Parecía que su mal carácter, alcoholismo, racismo y misoginia habían acabado con su carrera, pero una de dos: o Hollywood tiene mala memoria o talento mata mal comportamiento.