A pesar de tener un humor irreverente y explosivo, esta cinta en su subtexto habla sobre cómo nuestra libertad radica en nuestra felicidad. Zohan era amado en Israel, era una de las figuras más importantes; pero a costa de renunciar a sus sueños, por seguir lo que en teoría tendría que llenarlo, siendo ese el desafío que el protagonista tendrá que resolver, el dejar literalmente su vida atrás y convencerse de su libertad emocional en una ciudad con un arraigo tan grande hacia los extranjeros cómo es NY.
Esta película si la arrastramos hasta los tiempos actuales es controversial por lo que estamos viviendo entre Palestina e Israel, cosa que hasta la película con voz profética predijo. Pero algo que amo de las cintas parodia de inicios de los 2000’s es cómo a través del humor negro satiriza lo tonto del conflicto y de la división entre ambos países; esta película en base de caricaturizar a ambos bandos retrata cómo a pesar de tener un odio infundado son más parecidos de lo que les gustaría reconocer, saltándose la corrección política de una forma muy dulce.
A pesar de la inmensa parodia y desorden que expresa la cinta, la trama reconoce la importancia crucial de los inmigrantes para el día a día en USA. Puede que la película no tenga una historia muy interesante y con un desarrollo de personajes pobre y con motivaciones muy superficiales, pero siento que su valor está justo en recalcar a través de la sátira cómo nos perdemos de conocer a gente de valor por los estereotipos impropios que tenemos ante otro grupo de personas solo por ser diferentes a nosotros, se diga, Palestinos a Israelíes, en viceversa o estadounidenses a personas de medio oriente; y ese es el mensaje con el que decido quedarme de esta película; no hay malos ni buenos, solo un desconocimiento y un falto de empatía hacia lo que no conocemos.