Luego de haber terminado de filmar un documental en Haití, uno de los amigos del director Aníbal Garisto le comentó acerca de la isla Martín García, donde uno de sus 100 habitantes, había solo un joven adolescente. Esto intrigó demasiado a Aníbal que lo inspiró a crear una película basada en esa anécdota.
La cinta contó con el apoyo de diversas instituciones culturales como el Instituto Provincial de Buenos Aires, Mecenazgo, el Fondo Metropolitano y el Fondo Nacional de las Artes para llevarla a la pantalla grande.