“La mirada masculina” implica que las mujeres están destinadas a ser miradas por los hombres. El concepto se remonta a Simone de Beauvoir, quien señala que las mujeres tienen que aceptar la mirada objetivante de los hombres, tal como se describe en Cleo de 5 a 7, película de Agnès Varda, en donde la belleza de la protagonista es definida exclusivamente por los hombres.
Poco después, la teórica y feminista británica Laura Mulvey, en su ensayo titulado Placer visual y cine narrativo (1975), adoptó el concepto en el campo de los estudios cinematográficos con el objetivo de analizar cómo la estructura cinematográfica de la mirada masculina combina la cámara, el personaje masculino y el espectador.
En las películas tradicionales de Hollywood (por ejemplo: Los caballeros las prefieren rubias de Howard Hawks o La ventana indiscreta de Alfred Hitchcock), la cámara se alinea con la perspectiva de un personaje masculino cuando mira a una mujer. Debido a esto, tanto los espectadores masculinos como femeninos se ven obligados a adoptar este punto de vista masculino.
El escándalo narra cómo algunas trabajadoras de Fox News revelaron cómo habían sido acosadas por Roger Ailes (John Lithgow). No obstante, en una escena, en lugar de colocar la cámara para que el público se identifique con Kayla (Margot Robbie), la víctima, la elección del director Jay Roach es que los encuadres capturen su cuerpo, y esto nos hace identificarnos con el depredador sexual.
Como resultado, la técnica cinematográfica se emplea como vehículo para la cosificación sexual de las mujeres, tal como lo hace Michael Bay (con Megan Fox en Transformers) o Justin Lin (con Gal Gadot en Rápidos y furiosos: 5in control). Las partes del cuerpo son señaladas y separadas, entonces la mujer es vista principalmente como un objeto físico del deseo sexual masculino.
En el caso de Halloween (1978), John Carpenter establece desde el principio el uso de la mirada masculina. Se trata del plano secuencia donde el pequeño Michael Myers espía a su hermana y primera víctima, Judith (Sandy Johnson). La cámara se coloca desde la perspectiva de Michael y esto contribuye a que el punto de vista de los espectadores sea desde los ojos del asesino.
La narración se acelera cuando vemos que se apagan las luces en el primer piso. Suena una música de suspenso y los movimientos de Michael se vuelven más rápidos y nerviosos a medida que el punto de vista nos lleva a la parte trasera de la casa. Luego, una pequeña mano agarra un cuchillo; Michael sube las escaleras lentamente.
De camino a la habitación de Judith, se encuentra con una máscara de Halloween que el novio de Judith tira al suelo. Michael la recoge y se la pone, restringiendo así el punto de vista a los dos agujeros de la máscara. Esto nos permite identificar claramente lo que Michael está mirando exactamente.
Al entrar en la habitación de Judith, encuentra a su hermana, desnuda, frente a un espejo: no la mira a la cara, sus ojos están enfocados en sus senos. Michael luego examina la cama distendida, una confirmación de que la pareja ha tenido relaciones sexuales, y comienza a apuñalar a su hermana.
La secuencia está configurada con una cámara en mano, por lo tanto es inestable. Esta decisión formal pretende evocar la sensación de nerviosismo del asesino, además de intensificar la relación de identificación del espectador con el niño psicópata. Vemos lo que él ve y, al caminar por la casa, también sentimos su agitación.
Cuando sale de la casa después del asesinato, se encuentra con su padre, quien le arranca la máscara. La siguiente toma revela la identidad completa de Michael por primera vez: es un niño rubio disfrazado de payaso que continúa mirando fijamente hacia delante durante treinta segundos hasta que pasamos a la siguiente escena.
La escena de apertura establece que Michael siempre fue un psicópata, o al menos lo ha sido desde muy joven, lo que se suma a la naturaleza irredimible de su personaje. Incluso, después de ser confrontado por sus padres, el niño permanece impasible: como lo demuestra el plano prolongado en el que ni siquiera mueve un músculo.
A través de la identificación con el asesino, la audiencia se involucra de cerca en el crimen. Esta postura de Halloween (y del cine slasher en general, incluyendo La masacre de Texas o Pesadilla en la calle del infierno) puede resultar problemática para muchos que han argumentado que el uso de la mirada masculina en eventos violentos puede ser interpretado como una invitación a la indulgencia sádica de los espectadores.