Cuando ganó su segunda Palma de Oro en el prestigioso Festival de Cannes en mayo de este año (la primera fue The Square: la farsa del arte), el director sueco Ruben Östlund se unió a la élite de la élite, un destino apropiadamente irónico para un cineasta cuya nueva película, Triángulo de la tristeza, es una sátira ácida y empapada de vómito sobre los ultramillonarios.
Ambientada en un megayate ocupado por oligarcas rusos y traficantes de armas británicos, Triángulo de la tristeza muestra las debilidades de los estratos más altos de la sociedad, así como las personas influyentes que se codean con ellos. Estos últimos están encarnados por Carl (Harris Dickinson) y Yaya (Charlbi Dean, fallecida trágicamente en agosto), una pareja de modelos cuya precariedad personal es ocultada por sus alardes de falso lujo.
Hijo de un comunista, a Östlund le encanta ver retorcerse a los privilegiados, incluso y quizás especialmente cuando son hombres blancos de clase media como él. La pieza central de Triángulo de la tristeza es una secuencia enérgica en la que a los pasajeros del yate -que es dirigido por un capitán de barco desquiciado (Woody Harrelson)- se les sirve un extenso banquete en mares agitados y luego lo vomitan de manera espectacular.
Imperative Entertainment
Es un momento escandalosamente divertido y profundamente incómodo que a cualquiera le puede revolver el estómago. Más allá de la elaboración de platillos específicos para su peculiar y repugnante banquete, Östlund recurrió a dos referentes específicos: las comedias simples de Adam Sandler y el cine surrealista de Luis Buñuel.
“¿Qué películas estamos mirando cuando estamos sentados en un avión? Estamos mirando a Adam Sandler”, declaró el director en una entrevista para Slate. Y es que Östlund, más allá de buscar el valor artístico o estético en este tipo de películas, entiende el valor del entretenimiento de Como si fuera la primera vez, No te metas con Zohan, Son como niños y Una esposa de mentira.
Imperative Entertainment
Pero para el director sueco, el humor, además de entretenido, debe ser desafiante e inquieto. Y aquí es donde cita al director de Los olvidados y El ángel exterminador como una de sus más importantes influencias. “A mí siempre me ha interesado Buñuel porque jugaba con sensaciones y jamás fue políticamente correcto”, declaró Östlund.
Buñuel ganó en Cannes la Palma de Oro en 1961 por Viridiana; el premio a la mejor dirección en 1951 por Los olvidados; el Premio Internacional en 1959 por Nazarín y la distinción de la crítica internacional en 1962 por El ángel exterminador.
