Los albañiles, película basada en la novela de Vicente Leñero y dirigida por Jorge Fons en 1976, se centra en una investigación policial que busca esclarecer el asesinato de Don Jesús (Ignacio López Tarso), el viejo velador de un edificio en construcción. Sin embargo, detrás de las fórmulas y las estrategias del thriller, Fons pinta un cuadro social que refleja los mecanismos de opresión y manipulación, además de mostrar los comportamientos característicos de un grupo marginado para explorar las redes que se tejen entre la pobreza, la violencia y el espacio que se habita (y construye).
A continuación recuperamos las distintas formas de violencia que Fons retrata, cuestiona y denuncia a lo largo de su película.
La discriminación
Corporación Nacional Cinematográfica (CONACINE)
El mandamás de una obra en construcción, el ingeniero Federico (interpretado por José Alonso), sostiene una conversación con las autoridades encargadas de resolver un crimen en el que todos sus trabajadores son sospechosos. Empleando el término “la mentalidad del albañil”, el hombre describe a sus trabajadores como eficientes y resistentes a pesar de su mala nutrición; los califica de introvertidos y que no se abren fácilmente a cualquiera, pero “cuando uno sabe ganarse su confianza se vuelven incondicionales”. Hacia el final del diálogo, Federico enfatiza que ellos son unos desadaptados sociales porque ya no son gente del campo y tampoco se integran a la ciudad, “eso los vuelve muy resentidos, a veces hasta violentos”.
La desigualdad de la ‘pirámide social’
Corporación Nacional Cinematográfica (CONACINE)
La secuencia de apertura presenta el crimen contra el viejo velador. El director no exhibe al asesino, incluso, la fotografía de Alex Phillips Jr. maneja un ángulo desde la perspectiva del victimario; el punto de vista subjetivo posibilita que el asesino y el espectador compartan la misma visión al momento de acechar a su presa. Isidro (José Luis Flores), el más joven de los albañiles, es el primero en ver el cadáver de Don Jesús; desciende las escaleras anunciado el terrible asesinato. Conforme transita se hace evidente –mediante la presentación de sutiles detalles (paredes, acabados en yeso, columnas, trabes, maderas, varillas, estructuras de los escalones)– la diferencia entre los pisos superiores y los inferiores: mientras más abajo se está de la ‘pirámide’, menos riqueza se tiene.
El resentimiento y la hostilidad
Corporación Nacional Cinematográfica (CONACINE)
Conforme avanza la investigación policial, el guión revela que cada personaje tiene un motivo particular –desde la envidia pasajera hasta la más resentida venganza– para deshacerse de Don Jesús. Los trabajadores, en apariencia, parecen convivir en un clima de camaradería y solidaridad, pero en el fondo reina una atmósfera de desconfianza y hostilidad. Cuando al ingeniero se le pierde su cartera, no duda en señalar a Don Jesús como viejo loco e inútil y responsable de cometer un robo; el Chapo (Salvador Sánchez) aparenta tener una buena relación con el anciano, pero a sus espaldas intenta seducir a su esposa Josefina (Katy Jurado); mientras que los demás albañiles se culpan unos a otros.
La opresión social y el abuso de autoridad
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Fons desea que el espectador vea cómo los pobres se mantienen cuando confrontan a las fuerzas de la opresión social (los policías despiadados que golpean a los presos en el interrogatorio, y los patrones corruptos que culpan de sus errores a los trabajadores), al mismo tiempo que, en ellos, se despierta una necesidad de luchar contra el otro. Al mostrar a trabajadores sometiéndose a un sistema de explotación y marginación, Los albañiles desentraña cómo la ‘urbanización de la pobreza’ es una de las consecuencias de las migraciones masivas del campo a la ciudad. La estructura económica de la ciudad ofrece una serie de empleos que básicamente se agrupan en los sectores de comercio y construcción, y por lo general estas actividades son de baja remuneración.
