Antes de ser la locación preferida de Fernando Eimbcke en Temporada de Patos o el telón de fondo de una historia de amor adolescente en Verano del 68 de Carlos Bolado, Tlatelolco -la unidad habitacional de la Ciudad de México- fue el espacio esencial, tanto física como simbólicamente, de una de las obras más importantes en el cine mexicano moderno: Rojo amanecer de Jorge Fons.
Para recordar al cineasta mexicano, que falleció este jueves 22 de septiembre a los 83 años, compartimos algunos datos, anécdotas y secretos sobre la realización de su película más representativa.
Fue la primera ficción sobre el 2 de octubre
Si bien es cierto que el El grito (dirigido por Leobardo López Arretche en 1968) y Canoa (de Felipe Cazals, 1975) -la primera en forma de documental y la segunda en tono metafórico- ya se habían preocupado por los acontecimientos del 2 de octubre de 1968, fue la película de Fons la primera ficción cinematográfica en retratar de manera cruda y visceral la represión estudiantil en la plaza de las Tres Culturas, mediante un relato intimista que comienza con las dinámicas de una familia (protagonizada por María Rojo, Bruno Bichir y Demián Bichir) que padece el conflicto social que ocurre al exterior, en la plaza de las Tres Culturas.
‘Bengalas en el cielo’: título original de la obra
El guión de Rojo amanecer fue escrito por Guadalupe Ortega y Xavier Robles a partir de sus experiencias como reporteros y militantes del movimiento estudiantil, aunque no eran propiamente estudiantes, sino más bien integrantes de otras agrupaciones que se sumaron a las protestas de aquella época. La pareja de escritores conocía muy bien el espacio de Tlatelolco, pero a raíz de los sucesos del 68, por temor a represalias, decidieron mudarse a otra zona de la ciudad. Cuando conocieron la convocatoria lanzada por el Banco de Guiones decidieron inscribir su argumento que, originalmente, se titulaba Bengalas en el cielo.
Fue censurada por el expresidente Carlos Salinas de Gortari
Una vez que obtuvieron el apoyo para poder terminar el guión, Ortega y Robles enfrentaron otro obstáculo: buscar financiamiento para la producción. De inmediato se percataron que no sería tarea fácil; si por lo general es sumamente complicado levantar una película, este proyecto requeriría el doble de esfuerzo pues en cualquier momento se podría recibir la alerta de censura por parte del gobierno. Héctor Bonilla unió esfuerzos con Valentín Trujillo para producir el proyecto, pero, en un principio, la Secretaría de Gobernación del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, que se había colocado la playera de la libertad de expresión en el cine nacional, alertó a los creadores de Bengalas en el cielo con una contundente frase: “Ni se les ocurra meterse con el ejército”.
Un rodaje clandestino
Al tener los ojos del gobierno encima de ellos y ante la negativa de RTC (Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía), Fons y su equipo de colaboradores optó por mantener un perfil bajo y llevar una producción discreta, es decir, filmar en secreto. El director reconstruyó el interior de uno de los departamentos de Tlatelolco al interior de una bodega que, de acuerdo con los registros de la cineasta Ximena Cuevas (que participó como continuista del filme) se ubicaba cerca del Estadio Azteca. Sólo un grupo muy pequeño de filmación se trasladó, en los últimos días de rodaje, al edificio Chihuahua en Tlatelolco para rodar la secuencia final, justo cuando el niño sale del departamento para enfrentarse con la sangre y la muerte.
Una vez terminado el rodaje, la película no recibía la autorización por parte de RTC, organismo que pretendía enlatar el filme para que quedara en el olvido sin exhibirse. No obstante, el equipo de Fons demandó, con el respaldo de la Sociedad de Autores, a la Secretaría de Gobernación argumentando una censura. El gobierno cedió, pero en su estreno, el 18 de octubre de 1990, se mostró una versión de seis cortes (que se traducen en 2 minutos 15 segundos) de escenas vinculadas a la participación del ejército.