Pocos artistas tienen el tipo de estallido creativo que Jean-Luc Godard, uno de los pioneros de la Nueva ola francesa, tuvo en la década de 1960. No solo creó 15 películas en un lapso de siete años (incluyendo la extraordinaria Alphaville), sino que el célebre cineasta presentó al mundo un nuevo léxico cinematográfico generado a partir de su estilo innovador, autoral y poco convencional, cambiando así las expectativas de la audiencia sobre lo que podría ser una película. Hoy, solicitó la eutanasia y partió como los grandes.
El director recurrió a dispositivos y estrategias, tanto temáticas como formales que incluyeron la imagen fragmentada, la vinculación de la fotografía y la realidad, la reflexión sobre la muerte, la indagación sobre la libertad, las estrategias metarreflexivas, la presencia de la belleza femenina, la expresividad de los rostros humanos, el significado de las palabras, la revisión de la historia cultural y el uso de armas para explorar el sonido. Con ello quería mantener a la audiencia alerta, lanzando diferentes géneros de escena en escena con energía implacable y ritmo frenético. No concordaba con los estilos, cambiaba de blanco-negro a color y jugaba con el contraste de la naturalidad y las teatralidades extremas. Incluso, cuando en sus últimos filmes (Adiós al lenguaje y El libro de imágenes) recurrió a la forma del cine-ensayo, su audacia de experimentación sin precedentes proporcionó al mundo del cine muchas ideas innovadoras. Es la persona a la que se le atribuye con mayor frecuencia la preparación del cine moderno y la creación de una estética completamente novedosa.
Es casi imposible rastrear por completo la abrumadora influencia de Godard en el cine contemporáneo porque su lenguaje cinematográfico se ha vuelto ampliamente apreciado y venerado por su característica irreverencia. Desde Martin Scorsese hasta Quentin Tarantino, algunos de los cineastas más aclamados en la actualidad han afirmado continuamente que ver las obras del cineasta franco-suizo les mostró cuán liberador puede ser el proceso de realización cinematográfica.
Las películas de Scorsese (incluyendo Taxi Driver, Goodfellas, Raging Bull ) han sido influenciadas por Godard en su forma de elaborar historias crudas y enigmáticas sobre personas con problemas al borde de la transformación personal: “Solía pensar en [Jean-Luc] Godard y [Michelangelo] Antonioni como los grandes artistas visuales modernos del cine, grandes coloristas que componían cuadros de la misma manera que los pintores componían sus lienzos. Todavía lo creo, pero también me conecto con ellos a nivel emocional”, explicó Scorsese cuando Criterion le pidió que eligiera sus filmes preferidos.
Warner Bros.
El drama criminal de 1973 de Scorsese, Mean Streets, es una mirada innovadora a las vidas descarnadas de mafiosos menores en el barrio de Manhattan conocido como Pequeña Italia. La película rompió muchas reglas que eran exclusivas de las películas de la mafia y presenta una deconstrucción existencial de la identidad de un gángster. Scorsese utiliza las mismas técnicas de edición subversivas en la secuencia de apertura que Godard usó en Sin aliento. Los cortes de salto estilísticos funcionan bien con la atmósfera independiente y sucia para crear una sensación cinematográfica de incomodidad, asfixia y, en ocasiones, disgusto.
Para Tarantino, cineasta representativo del posmodernismo con títulos como Kill Bill, el autor europeo lo marcó, sobre todo en sus años de aficionado en formación: “Fue tan influyente para mí al comienzo de mi estética como director, ante mi carencia de cualquier tipo de estilo cinematográfico, él se volvió un referente inmediato. Además de su ferviente postura de sólo querer hacer películas por amor. Godard es uno de los que me enseñó la diversión, la libertad y la alegría de romper las reglas... y simplemente desafiar el medio. Considero que Godard es para el cine lo que Bob Dylan fue para la música”.
Aunque ahora es un icono cinematográfico por derecho propio, la escena de baile de John Travolta y Uma Thurman en Tiempos violentos rinde homenaje a la increíble secuencia de baile en un café de Banda aparte de Godard. Nunca tímido para admitir sus actos de “robo” artístico, Tarantino una vez señaló: “Todo el mundo piensa que escribí esta escena solo para que John Travolta bailara. Pero la escena existía antes de que John Travolta fuera elegido”. La intención del director, más bien, era rendir homenaje a sus secuencias musicales favoritas, que “siempre han estado en Godard, porque surgen de la nada. Es tan contagioso, tan amistoso. Y el hecho de que no es un musical, sino que detiene la película para tener una secuencia musical, lo hace aún más dulce”.
En su notable película, Soñadores, Bernardo Bertolucci recurre al despliegue físico de sus actores (Eva Green, Michael Pitt y Louis Garrel) para recrear una de las escenas más memorables en la obra de Godard: en Banda aparte, los personajes intentan romper el récord mundial de recorrer todo el museo del Louvre en menos de 9 minutos y 45 segundos.
Otro de los directores contemporáneos que se ha nutrido de las aportaciones de Godard es Wes Anderson. Moonrise Kingdom, por ejemplo, parece estar directamente influenciada por Pierrot le Fou, la película colorida y caprichosamente anarquista de Godard -sobre una pareja que decide huir- tiene una gran similitud con Moonrise Kingdom, en la que dos personajes que están transitando de la niñez a la primera adolescencia emprenden una huida sin importar las consecuencias.
Godard fue capaz de romper fronteras geográficas a partir de la carga política de sus filmes cuestionando la sociedad basada en el consumo, la violencia y el desprecio. Sin duda, esa dinámica también se encuentra en el director hongkonés Wong Kar-wai, principalmente en Chungking Express, una historia deslumbrante sobre personas modernas, perdidas en una gran ciudad, que hace un eco brillante de los conceptos utilizados por Godard, incluyendo la exploración de las profundidades del abismo social, los individuos alienados, llenos de arrepentimiento y atrapados por la realidad. Al igual que Godard, Wong Kar-wai utiliza técnicas de edición no convencionales para hacer que la historia sea más inmersiva, un relato alegórico del consumismo y la impotencia de estar enamorado en el mundo moderno.
Stranger than Paradise, la comedia inexpresiva con elementos del absurdo y filmada en blanco y negro de Jim Jarmusch, presenta a John Lurie como Willie, un hipster de Nueva York que forma un vínculo inesperado con su joven prima húngara Eva (Eszter Balint) cuando ella lo visita sin previo aviso. Eva, Willie y su compañero Eddie (Richard Edson) se embarcan en un viaje por carretera a Florida, emprendiendo un viaje tanto físico como filosófico. Jarmusch, en su momento, dijo que el cine de Godard de los sesenta “fue realmente inspirador, sobre todo, a nivel formal, su estilo guerrillero, que es como comencé a hacer cine y su alteración del tiempo mediante cortes y saltos inesperados que enfatizaban un elemento esencial del lenguaje cinematográfico: el montaje”.
Cuando no está haciendo filmes, Richard Linklater (director de Before Midnight y Boyhood) aprovecha el tiempo para verlos, apreciarlos y analizarlos, y, durante 30 años, la Austin Film Society (Sociedad de Cine de Austin) le ha proporcionado una excusa para hacer precisamente eso. A finales de 2015, a propósito de un ciclo en homenaje a Godard, Linklater escribió: “Godard ha sido una de las grandes influencias en todo el mundo del cine. Espero que las nuevas generaciones sean conscientes de eso, pero creo que aún no hay alguien que se le asemeje. ¿Dónde está ese joven radical inundado de cuestionamientos?”.
