Lightyear se sitúa un poco antes de la primera entrega de Toy Story. El prólogo, a puro texto, explica que Andy se enamoró de la película al grado de pedir a su madre un Buzz Lightyear (Tim Allen) para incrementar su colección de juguetes, hasta 1995 liderada por el siempre confiable alguacil Woody (Tom Hanks). Sin embargo, algo no cuadra totalmente entre ambas películas, hay una bola de pelos que Angus MacLane, director del spin-off aún en carteleras de Cinépolis y Cinemex, introdujo para bien y para mal. Sox.
La cinta narra cómo Buzz (Chris Evans) se obsesiona con liberar a la raza humana, varada en un planeta desolado, por medio de la superación de la hipervelocidad espacial, misión que le toma aproximadamente cuatro años por cada incursión. Al ver cómo la culpa lo carcomía y se perdía el tiempo con sus mejores amigos, Alisha Hawthorne (Uzo Aduba), su mejor amiga, designó al pequeño robot Sox la tarea de brindarle estabilidad emocional al arribar a tierra firme luego de tantos fracasos.
Si ya vieron la peli no nos dejarán mentir, el michi se la roba totalmente. Nos hace reír, enternece y nos ablanda tanto que sentimos horrible cuando el emperador Zurg (James Brolin), una versión vieja Buzz Lightyear, hace añicos de un pisotón a su propio felino, también alterno al original. Si Lightyear causó conmoción por un beso lésbico y la proyección natural de una familia homoparental, Sox se convierte en el elemento conmovedor.
Entonces, si Andy es la representación de la emoción de un niño creador de lindos mundos imaginarios, escenarios épicos entre puercos malvados y comisarios; un geek total, ¿por qué desde Toy Story no existió un gatito que justificara la oportuna introducción de Sox? Estamos segurísimos que, como nosotros, él se habría enamorado del bigotes. Lo habría exigido a su madre tanto como lo hizo con el famoso cocreador de la frase "al infinito...y más allá".
Por supuesto esto no pasó por alto y se lo preguntaron a MacLane. A niveles narrativos es contraproducente, al igual que el nostálgico prólogo. "La mamá de Andy no pudo encontrarlo. Se agotó en todo el mundo por ser un elegante juguete de setenta dólares", justificó durante la conferencia global. Fue bastante astuto para evadir este agujero en el canon de la historia de juguetes más famosa de todo el cine.
Disney Pixar
El cineasta agregó que la ausencia de Sox en la recamara de Andy es la forma que tuvo para representar el trauma que todo adulto tiene al recordar el juguete que más quisieron y jamás pudieron poseer en su infancia. Y todos tenemos uno. El de MacLane, un AT-AT Walker de Star Wars: El imperio contraataca, el de este humilde autor, el famoso auto de control remoto Ricochet. Una respuesta inteligente, mas no convincente.
Porque el final de Lightyear queda mucho a deber. Si la introducción de la cinta conecta correctamente con Toy Story, el final también debió de hacerlo. No hubiera estado nada mal ver una escena postcréditos donde Andy y su mamá estuvieran en la sala de cine, él impactado por lo que acaba de ver, boquiabierto y soñando con tener en sus manos al famoso astronauta, o a la madre encontrando en los estantes el próximo regalo de cumpleaños del pequeño retoño.
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Ese desenlace nos habría apachurrado el corazón por la nostalgia, pero no fue así, en su lugar el pequeño michi lo llenó (e hizo más evidentes los agujeros en el guion de la cinta). Como sea, estamos seguros que en el mundo real Sox va a ser de los juguetes que más van a reclamar la próxima Navidad y Día de reyes. El equivalente de Turbo Man en El regalo prometido, de Arnold Schwarzenegger, estamos exagerando pero seguro tendrá buenas ventas y será parte de las cartitas de muchos niños.
