¡Raise your horns, metalheads! Metal Lords es la nueva comedia de Netflix dedicada al género más pesado del rock, producida por Tom Morello, guitarrista de Rage Against The Machine, y escrita por los creadores de Game of Thrones, D.B. Weiss y David Benioff, y aquí te vamos a decir si vale la pena echarle un ojo en la famosa plataforma o si podemos esperar algo similar al decepcionante final que se desarrolló para cerrar la historia de George R.R. Martin en HBO.
Es muy básica la trama: Hunter (Adrian Greensmith) y Kevin (Jaeden Martell) sueñan con convertirse en rockstars con su banda de death metal Skullfucker. La prueba de fuego es la batalla de bandas de su colegio, pero antes deben superar los problemas de actitud de Hunter, su misoginia al no aceptar que una mujer puede ser metalera y ser una tercera integrante, y tener un catálogo para poder tocar en vivo. Así de fácil la podemos resumir.
Primero debemos mencionar que el filme engancha a cualquier amante del rock al ver el extremo parecido de Martell con Steven Wilson, el príncipe del prog-rock e integrante de Porcupine Tree. No hay forma de sacarlo de su cabeza, o sea, es Steven de chico. Sin más. Después, explora todos los prejuicios de los adolescentes que crecemos en las corrientes alternativas del rock: punk, ska, metal, thrash, death, glam, etc. Siempre creemos que nuestro favorito es la única opción rebelde y antisistema, lo demás, una basura. Hunter somos todos a los 15 años.
Dentro de este mundo ideal que nos creamos en la cabeza por tanto doble bombo, seis cuerdas y guturales, solíamos calificar despectivamente a otros géneros. Utilizábamos la palabra "gay" para calificar todo lo que considerábamos más suave. Hunter, una vez más, funciona como un espejo para ver nuestra inmadurez en esa época, también nuestra ignorancia, porque en muchos casos la juventud nos impedía saber o aceptar que el dios del metal, Rob Halford, es un hombre abiertamente homosexual. Y creador de la poderosa "Painkiller", una de las banderas de Judas Priest.
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Y ya que mencionamos a Halford, debemos adelantar que el momento más emocionante del filme es el cameo de éste, Kirk Hamett, guitarro de Metallica; Scott Ian, de Anthrax; y el propio Morello. Los dioses para muchos, para otros faltó la aparición de Dave Mustaine, de Megadeth; y alguien de Slayer para reunir al Big 4 del thrash en esta comedia. ¿Qué hacen? Eso se los dejamos de tarea por si no lo han visto.
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El cuarto de Hunter nos representa. Las paredes son un collage de afiches y litografías, stickers, álbumes, amplificadores o sistemas de sonido, vieojuegos, cómics, el estereotipo de todo fan del merol. Identificarse como una banda de death, pese a tocar thrash, heavy y admirar a leyendas del glam, el líder de Skullfucker rinde tributo a los maquillajes de alineaciones de black metal escandinavo, Mayhem, Burzum, etc. Sólo les faltó una escena de quema de iglesias para redondear el tributo y la locura de Varg Vikernes, verdugo de su compañero Euronymous.
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Joe Manganiello es el Dr. Troy Nix. En su juventud fue el líder de la mejor banda de todas, Killoton. Abandonó la escena porque estaba destruyendo su vida, pero la actitud nunca se fue. De alguna manera el personaje expone los excesos en los que suelen caer estas leyendas, mismos que las hunden. Mustaine, por ejemplo, fue echado de Metallica por ser alcohólico; Phil Anselmo, de Pantera, se refugió en el deporte para alejarse de la misma adicción. Ozzy Osbourne arruinó su vida por inhalar hasta hormigas, y eso no es lo que quiere Hunter, un straight edge por convicción.
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Quizá la comedia en Metal Lords es algo burda y no siempre bien lograda, la patada que derrota a Hunter al ir en busca de Kevin a la fiesta de Mollycoddle es una tontería. Pero la película funciona en el sentido de ser palomera y mero fan service para los amantes del género. Ya que si quieren algo más espeso, Lords of Chaos, del hermano menor de Macaulay Culkin, Rory, y el director Jonas Åkerlund es lo que buscan, centrada en Mayhem y la escena del black metal nórdico.
