Hace no mucho leí un artículo de Lauren McCarhty en Nylon que se preguntaba por qué la música triste nos hacía sentir feliz; un oxímoron por donde se le vea. Lauren explicaba que la razón tenía que ver con la psicología, pero también con una percepción cultural de empatía: nos hace sentir bien saber que alguien más ha sufrido como nosotros, o exactamente lo mismo que nosotros.
La música tiene varios poderes. Nos hace sentir parte de un todo, sus letras tienen la capacidad de transportarnos a historias que desconocíamos hasta entonces, o hacer que revisitemos situaciones que conocemos como la palma de nuestra mano. Su poder se acrecenta cuando se combina con el séptimo arte. En la psique de cualquier cinéfilo permanece el momento exacto en que una película utilizó una canción como recurso en un momento clave de la narrativa. Vaya, no podemos ya imaginar Ghost: La sombra del amor sin Unchained Melody de Righteous Brothers o viceversa: más de una vez hemos dicho esa, la canción de Ghost sin siquiera saber quiénes son los hermanos Hatfield.
La película, protagonizada por Demi Moore y Patrick Swayze, se convirtió en una fuente innagotable para sketches de comedia y todos iban acompañados por Unchained Melody, ya nunca pudimos separar la música del la cinta. Este caso se repite en cientos de películas cuya supervisión musical ha estado a cargo de melómanos que piensan a la música como un personaje más en las producciones.
Aunque el melodrama a veces abusa de este recurso (ahí tenemos Tres metros sobre el cielo que utiliza la misma canción en todas las escenas donde Babi y H se besan, quizá por falta de presupuesto) otros géneros han explotado esta herramienta para no solo adornar el silencio, sino guiar la historia. Baby Driver: El aprendiz del crimen, que si bien en el fondo es una historia de amor, tiene tintes de acción y thriller combinados con un excelente gusto musical de Edgar Wright. La escena de apertura orbita alrededor de Bellbottoms de The Jon Spencer Blues Explosion; la persecución se dificulta al ritmo de la canción y las tomas de Wright están sincronizadas a ella.
Otro ejemplo de la riqueza que trae la música a una película está en Casi Famosos de Cameron Crowe. El soundtrack del trabajo semiautobiográfico del director contenía clásicos que elavaron su estatus ante los melómanos y fue nominado a un Grammy a la Mejor Compilación para un Medio Visual. Elton John, Simon & Garfunkel, Led Zeppelin, entre otros grandes de la música acompañaron las aventuras de un virgen e inexperto periodista musical en la década de los 80. ¿Quién creería que Tiny Dancer podía ser una canción de reconciliación?
Aunque me he quejado bastante del universo desechable y sobrevalorado de los superhéroes (Scorsese, sé mi amigo, por favor) no voy a negar que la selección musical de Guardianes de la Galaxia permanece como uno de los mejores movimientos de su producción. El Awesome Mix Vol. 1, casete que dejó la madre mortal de Star-Lord, tenía incluidos temas de David Bowie *se persigna*, Blue Swede y The Jackson Five.
James Gunn, director de la cinta, utilizó a manera de presentación Come and get your love de Redbone para su personaje principal, y se ha vuelto una de las mejores entradas en el MCU. La segunda entrega no se quedó atrás e incluyó obras maestras como The Chain de Fleetwood Mac en un momento "clave" en la historia (clave está entrecomillado porque, bueno, ya sabemos que no hay graaaan historia detrás de una película de Marvel).
Si hoy vemos que películas taquilleras como Guardianes de la Galaxia se apoyan en un buen soundtrack para hacer más disfrutables sus historias es porque el cine independiente lo hizo primero. Aunque hoy Quentin Tarantino es sinónimo de millones en recaudación, en un principio era solo una apuesta que se jugó Miramax por un prometedor cineasta.
Las películas de Tarantino siempre se han caracterizado por su acertada supervisión musical y hay varios momentos musicales que están ya en los anales de la historia del cine, uno de ellos en Perros de reserva cuando Mr. Blonde arranca la oreja de Mr. Orange creyendo que es él el policía encubierto. La mutilación la vivimos acompañados de Stuck in the Middle de Stealers Wheel, y ya nada volvió a ser lo mismo jamás; para Quentin Tarantino o para los que fuimos introducidos por primera vez a su cine con esta sangrienta escena.
Otro ejemplo de película que entró al mercado bajo la etiqueta de cine independiente y que se volvió un filme de culto es Garden State, escrita y dirigida por Zach Braff, cuyo soundtrack le valió un Grammy a Braff por la Mejor Compilación para un Medio Visual.
En el momento en que el personaje de Braff, quien también protagoniza la película, conoce a Sam suena New Slang de The Shins. La escena probablemente lanzó a la fama a The Shins y James Mercer, vocalista y autor de la canción. La elección de esta pieza en específico no puede ser arbitraria: Mercer aseguró haber estado sumido en una profunda depresión al momento de escribir New Slang, y qué es Garden State si no un grito de depresión, amor y nuevos comienzos.
La experiencia del cine es magnificada por la música, de eso no hay ninguna duda. Los ejemplos jamás terminan. Tendríamos que mencionar en este texto, por fuerza, a muchas más películas como 500 days of Summer (2009), Pretty in Pink (1986), Nick & Norah's Infinite Playlist (2008), o a series como The OC (2003-2007), Master of None (2015-2017) o Big Little Lies, y jamás llegaríamos a elaborar una lista definitiva. La música, como el cine, se ha apropiado de los lugares más recónditos en la vida de un ser humano, y así como la música triste puede hacernos sentir felices, una película con un buen soundtrack nos hace creer que nuestra mundana vida también tiene una canción de fondo adornándola y guiándola en los momentos más importantes.