Seguimos viviendo una realidad que nos obliga a mantenernos separados, cubriendo nuestro rostro y limpiando constantemente nuestras manos, pero esto no impidió que se llevara a cabo la 23 edición del Festival Internacional de Cine Guanajuato, misma que reconocido a Las flores de la noche como el Mejor largometraje documental mexicano, motivo suficiente para sentarnos a charlar con sus directores, Omar Robles y Eduardo Esquivel desde la colonial ciudad guanajuatense, donde nos contaron el secreto para haber obtenido una historia cálida y humana con un notable trasfondo LGBTQ+.
En Mezcala de la Asunción, cerca del Lago de Chapala, en Jalisco, tres amigas desafían la heteronormatividad impuesta sobre sus cuerpos. Dulce Gardenia, Violeta Nicole y Alexa Moreno son las reinas del lugar, sin importar que en su comunidad, ser una mujer trans resulte un escándalo.
“Siempre supimos que queríamos una película del lado más luminoso de los personajes, nos pudimos haber perdido en la historia dentro de los lados más dolorosos de las chicas, pero teníamos cierto tipo de guías, la historia debía ser sobre el amor, la amistad e incluso las relaciones con sus madres”, mencionaba Eduardo Esquivel.
Es verdad que este documental muestra una perspectiva emocional y amorosa de un grupo de chicas trans dentro de una comunidad que no siempre les muestra su mejor rostro, pero que a pesar de estos retos ellas parecieran ser inmunes cuando están unidas. Y aún así sus directores buscaron crear una atmósfera visual realmente sobresaliente que contempla una cuidada fotografía, iluminación natural y el engrandecimiento de los sitios naturales de Mezcala de la Asunción.
“Nos tomábamos el tiempo para observar el espacio, los personajes y el atardecer para conocer cómo se coloreaba el agua, el desplazamientos de los pájaros; había una estructura que se construyó alrededor de esos procesos para tener esa fusión creativa y artística”, aseguraba el mismo Esquivel.
Por otra parte, Omar Robles hacía incapié en la relevancia del agua como un elemento constante en la historia fungiendo casi como un personaje más, lo cual llevaba a la reflexión del verdadero significado con el que sus protagonistas conciliaban este liquido indispensable casi mágico.
“Hay una cuestión geográfica que también tiene que ver con el interior de las personas, cuando alguien de la comunidad tiene contacto con el agua es porque quieren estar solos, cuando van al lago es para contemplarlo y esto es una manera de indagar en uno mismo. Esto quisimos abordarlo en la película porque el agua termina mostrando los momentos más íntimos que tienen los personajes.”
La película la quisimos encaminar hacia el retrato del agua, como si fuera un espíritu, pero no de una manera fantasmagórica, pero sí uno de feminidad y resistencia.
La cercanía personal de los directores con todas sus protagonistas fue pieza fundamental para crear un vínculo especial entre la confianza y el cariño, elementos que sin duda forman parte de la historia y como resultado obtuvieron un ritmo especial entre realizadores y personas con una cámara frente suyo y el secreto para obtener este resultado lo reveló Eduardo Esquivel de la siguiente manera.
“Tiene que ver el tiempo que vivimos con ellas, la construcción de estas relaciones fue fundamental; pusimos nuestro corazón en esta película, pero fue por esto que construímos una relación hermosa con estas chicas y si se hace una película desde el amor muy probablemente sea permeado en la pantalla.”
La noche de las flores termina conviertiéndose en una completa oda a la libertad y a la juventud, donde las protagonistas “decidieron formar parte de una revolución” al hacerle frente a la heteronormatividad impuesta por la sociedad desde tiempos ahora inmemorables. El documental fue galardonado por la 23 edición del Festival Internacional de Cine Guanajuato como el Mejor largometraje documental mexicano.