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    'Pan y circo': Lo bueno y lo malo de la serie creada por Diego Luna en Amazon Prime Video (Crítica)

    Algunos momentos iluminadores, otros incómodos, son parte de la serie de debate 'Pan y circo' creada por Diego Luna para Amazon Prime Video.

    Al fin se presenta en sociedad Pan y circo, el proyecto ideado por Diego Luna y su nueva productora La Corriente del Golfo, tras algunos meses de espera. Son tres de los siete capítulos de la serie los que han llegado a la plataforma de Amazon Prime Video este viernes 7 de agosto. Lamentablemente el estreno por bloques nos hace imposible analizar toda la temporada, pero nos da muy buena idea del propósito y tono de un programa de debate que apuesta por intentar otro formato. 

    Desde la cabecera, el actor reune a cinco o seis invitados en una mesa para debatir sobre un tema que conocen a fondo. Mientras lo hacen, un chef icónico comparte tres platillos inspirados en dicho asunto. En el último tiempo, el cocinero jala una silla para también cooperar con su punto de vista cuando se habla de posibles soluciones, o como lo dice el host, el momento de las utopías. Ése es el postre de un intenso banquete que busca, al menos, no dejar los temas en el aire y proponer algo de acción después de volcarse en las discusiones. Se agradece este cierre. 

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    El primer capítulo, Crónicas de la pandemia. Covid-19 y sus consecuencias, es notablemente diferente a los demás por razones obvias. Hasta marzo, ni ellos ni nadie estabamos planeando dedicarle tanto tiempo, tinta y tecleo a una nueva enfermedad. Sin estar contemplado este episodio originalmente, fue buena idea subirse al tren por ser unos de los temas prioritarios de la agenda internacional, pero quizá no fue la mejor opción para presentar el programa, sus reglas y estructura. Primero porque no se cumplen todos los ritos como en el resto de las emisiones. Después, por ser el de menos diferencias en el debate aún cuando son bastante interesantes sus ponencias. Es cierto, está el subsecretario Hugo López-Gatell pero no dentro del panel de intercambio de ideas. ¿Era más atractivo abrir con este episodio por ser un tema coyuntural? Sí. ¿Aumenta la posibilidades de que se vea el primero completo y así llegar a los siguientes? También. Se sacrificó un poco de la propuesta original por la estrategia de visionado. 

    Claramente producidos antes de la llamada nueva normalidad, me atrevo a decir que el segundo y tercer capítulo son mejores muestras de las intenciones de Pan y circo: Compartir el debate y los alimentos tratando de emular una cena entre amigos, juntos. Y ahora sí, luce la preparación de los alimentos en todo su esplendor, los saludos efusivos antes de pasar a la mesa, la interesante asignación de lugares y el importante rito de guardar los celulares en una caja para poder hablar sin interrupciones. El inicio podría parecer una versión alterna del filme Perfectos desconocidos, tras ello vienen universos diferentes y unitarios. La riqueza de las visiones tan diferentes, practicamente divididas entre representantes del Estado y representantes de la sociedad, algunos que han padecido lo peor del sistema, es el veradero alimento.  

    Y sí, hay momentos iluminadores como el de Araceli Osorio reconociendo con temple que a pesar de las injusticias cometidas en el asesinato de su hija, hay algunas cosas que se han hecho bien. Hay otros incómodos, como el brindis para que no haya ninguna muerta más o el de Gael García Bernal recitando a José Agustín en medio del debate de la prohibición de la mariguana.  También un reflector para los servidores públicos que quizá nos les beneficie tanto: Qué fuerte ver el rostro de María Candelaria Ochoa, la entonces directora del CONAVIM, cuando le preguntan si aún cree que el instituto que ella dirige protege a las mujeres. O el del senador Osorio Chong comprometiéndose a ser impulsor de la regulación de algunas drogas (justo cuando el estreno coincide con la noticia de otro caso de corrupción que lo involucra). 

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    Más allá de la calidad de invitados con el que se juzga a los programas de debate, el distintivo aquí es claro: la comida. Ésta tiene una función doble: primero da un buen pretexto para romper la monotonía de una conversación o cambiar de tema. Pero también el de probar que todos tenemos un punto en común antes de mostrar nuestras diferencias, vengamos de donde vengamos.

    Habrá que destacar la calidad técnica y de edición que hace que un programa como éste tenga un ritmo fluido. También una notoria calidad en iluminación, música y sonido. De hecho, varios nominados al Ariel como el director y productor Kyzza Terrazas; el director de arte Christopher Lagunes, el músico Alejandro Castaño (atención a la batería de Dario Bernal) y el diseñador de sonido Martín Hernández son parte del crew. Además, no sólo se usan las imágenes cuadradas de los noticieros para ilustrar, sino también de programas con los que crecimos y que en ese entonces presentaban actitudes cuestionables normalizadas: Desde Otro rollo, telenovelas como Quinceañera, hasta películas icónicas del cine mexicano, dan más puntos de reflexión. 

    Esperemos los cuatro capítulos restantes en donde se hablará de cambio climático, interrupción del embarazo, migración e identidad y racismo. Es cierto, 40 minutos no son suficientes para comer, debatir y salir con el mundo arreglado, pero sí para poner los temas sobre la mesa –nunca mejor dicho– en una plataforma de alcance mundial. Presentar distintas visiones para atajar estos problemas y conocer a quienes están abanderando las causas es una inducción importante. Pan y circo es entonces un buen incitador del diálogo en un formato original. Hace recordar aquellas grandes ideas que han nacido alrededor de una mesa. 

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