Estos meses he perdido por completo el significado del tiempo. Los días son monótonos en las cuatro paredes de mi casa; hoy veo la tele desde el mismo lugar en el que trabajo. Como todos al principio de la cuarentena, no me perdía la novela de las 7 (la conferencia de prensa de Hugo López-Gatell) pero pronto me di cuenta que me provocaba pesadillas. Decidí solo ver las noticias por la tarde y antes de dormir veía un capítulo (en realidad hasta 10) de The Office. Sin falta, escribía a Miguel (aquí puedes ver sus series favoritas) y Bernardo (y aquí las series favoritas de él) del equipo para comentar mis momentos favoritos; creo que ya hemos formado un club y ése ha sido uno de mis momentos favoritos en la vida real.
Si el confinamiento de por sí no es sencillo, ahora agréguenle una semiruptura amorosa que te deja más vacío que esperanza, empeorándolo todo un poco. Como obra de un destino sadomasoquista apareció Normal People en Starzplay, la popular serie sobre un amor marcado por el destiempo y el abandono. En un fin de semana lloré lo que no me había permitido. Si la historia de Marianne y Connell me había dejado en el suelo, After Life se convirtió en mi lugar feliz con el humor ya menos agresivo y más sentimental de Ricky Gervais. Está en Netflix.
'The Office': El elenco original se reunió para recrear icónica escenaEstas semanas también me han servido para descubrir historias que no son nuevas ni glamorosas producciones, una de ellas Historias para no dormir, un programa español de la década de los sesenta creado por Narciso Ibáñez Serrados que ahora está en Amazon Prime Video. Ahí se recrean historias de horror de clásicos de la literatura, además de tener algunos episodios con historias de ciencia-ficción y, como la adicta a la narrativa especulativa que soy, he encontrado paz y divertimento en sus precarios efectos especiales e imágenes en blanco y negro.
Los abrazos, las reuniones con amigos, las celebraciones de cumpleaños y los dolores de garganta que son solo eso y no un augurio de coronavirus están lejos de regresar, pero las buenas historias siguen aquí, al alcance de nuestro control remoto. La pregunta es hasta cuándo, aunque eso ya será motivo de otro texto.