Recientemente se dio a conocer de forma repentina e inesperada la confirmación sobre el fallecimiento del cineasta, guionista, productor y actor mexicano: Gabriel Retes a los 73 años; por el momento se desconoce la causa de su partida, no se ha hablado de algún padecimiento específico o del posible contagio por COVID-19. Es por ello que de forma inmediata la comunidad cinematográfica y cultural comenzó a manifestar el sentido pésame y, por supuesto, a recordar su enorme aporte al séptimo arte en nuestro país.
Basta recordar cintas como La ciudad al desnudo (1989), El bulto (1992) o Bienvenido/welcome (1994), por la cual recibió un prestigioso premio Ariel gracias al libreto coescrito con Lourdes Elizarrarás, para tener una idea clara de la personalidad y visión de Retes, pero en esta ocasión me enfocaré en su participación actoral dentro de la cinta Bajo California: El límite del tiempo, ópera prima de Carlos Bolado, la cual muestra una conmovedora escena que logró despertar en mí una conexión especial en tan lamentable día.
Dentro de los primeros 20 minutos aparece Retes como un misterioso hombre dueño de sabiduría y misticismo, cubierto de un largo manto rojo con el que cruzó a paso veloz una desértica carretera, una línea de vida y una frontera existencial por la cual el protagonista Damian, interpretado justamente por Damián Alcázar, viajaba para reconectarse con sus raíces familiares después de una trágica experiencia.
Tras una breve conversación, aquel hombre le sugiere un intercambio a Damian: su sombrero por la gorra que llevaba puesta; esto denotó un cambio de estafeta narrativa, destinos cruzados y errores por remendar. Un ciclo constante, tal como lo demuestran las obras artísticas de aquel protagonista. Pocas veces se le da tal importancia a un sombrero, a partir de ese momento este objeto acompaña a Damian en su travesía como un lobo solitario en búsqueda de reivindicación.
Esto me recordó la última vez que estuve frente a Gabriel Retes, algunos años atrás bajo un día soleado dentro del Bosque de Chapultepec, se trataba de un breve encuentro entre cineastas, organizadores del Premio Ariel y por supuesto, la prensa (grupo del que he formado parte los últimos ocho años). Poco antes de comenzar, ya tenía preparada mi cámara fotográfica para comenzar mi cobertura, fue cuando llegó Retes, me saludó con su sólida voz y preguntó si el asiento junto al mío tenía dueño, respondí que estaba disponible y allí comenzó nuestra cálida conversación.
A mí lado se encontraba Gabriel Retes, quien en 1975 estrenaría su primer largometraje: Chin Chin el teporocho, cinta que causó tanto impacto en la industria nacional que fue galardonada con el premio Ariel a la Mejor Ópera Prima. Esto lo hacía poco después de crear un cortometraje en formato súper 8 con la cámara que el novio de su hermana le había llevado, mismo que rodó en tres días, editó con sus propias manos y ganó el concurso "Luis Buñuel", me refieron a Sur, todo un clásico de la época. Sí, era el mismísimo Retes.
En cuanto reconocimos el mismo símbolismo propuesto por Bolado encontramos un tema principal de aquella charla: nuestros distintivos sombreros; por supuesto comenzamos con ideas sencillas y objetivas como el beneficio que nos brindaba a los caminantes como nosotros dos. En esos momentos bien podría interconectarse mi anécdota con cualquier escena de la ópera prima de Carlos Bolado, pero no era así, era una realidad más terrenal, simple, pero poderosa e incluso reflexiva que hoy día toma un valor único.
Incluso se quitó su sombrero y me lo enseñó de cerca, en aquella ocasión no sugirió intercambio alguno, sin embargo, aún puedo recordar el tono blanquizco, la sólida textura con la que fue hecho y su correa negra que abrazaba y decoraba aquel objeto ahora olvidado. En ese momento nos convertimos en expertos del tema, no había nadie mejor en aquel lugar para hablar y juzgar un buen sombrero, no había nadie mejor que Gabriel Retes y yo.
En ese momento hice lo mismo con mi sombrero, quise mostrarle sus propiedades, éramos un par de hombres orgullosos, en serio la pasábamos bien. También fue una especie de demostración que apenas duró unos segundos en una cotidiana línea de tiempo; entendimos que nuestro gusto compartido inició una amistosa conversación y admiración por el gusto ajeno.
¿Qué habría pensado Gabriel al saber que abandonaría este plano el mismo día que otra personalidad del cine en nuestro país? El mismo 20 de abril, pero de 1993, Mario Moreno "Cantinflas" perdía la vida a causa de un avanzado cáncer de pulmón. Es un momento duro, pero también es importante tener en mente que las futuras generaciones podrán recordar este día debido a la partida de Retes y Cantinflas; por supuesto estilos distintos, talentos que representaban generaciones distintas. Tal vez algún día lo sabremos.
Lo sé, mis recuerdos hablan únicamente de dos sombreros que eran admirados como un par de joyas reales, pero fue lo suficiente para conocer de una manera distinta a un talentoso cineasta a quien muchos conocerán unicamente por su obra fílmica, otros como un buen amigo y amado familiar, yo lo recordaré como un gustoso de la vida, de charlas con desconocidos y como aquel simpático hombre de rostro delgado dueño de un maravilloso sombrero.