Por supuesto que consideramos a La casa de papel como una destacada serie digna de elogios, incluso a través de tres partes habían mantenido cierta credibilidad que se apegaba en gran medida al realismo, esto es un elemento fundamental de El Profesor, todo el tiempo preocupado por que sus estudiantes entiendan la anatomía del ser humano, los riesgos que hay detrás de un enfrentamiento cuerpo a cuerpo e incluso la reacción psicológica del enemigo.
Es por ello que la serie se había ganado un lugar muy especial en las listas de los maratonistas de series de Netflix, sin embargo, el cuento de hadas no pudo durar mucho más tiempo y el argumento narrativo comenzó a desplomarse sin aparente razón. La tan esperada cuarta temporada empezó a tomarse libertades en su libreto que antes eran imposibles.
De algún modo la influencia de Hollywood aplastó el trabajo que había moldeado Álex Pina años anteriores y se dispusieron por entrar de lleno al mundo de los clichés en el género de acción -ya de paso- presentar una serie de momentos inverosímiles para el estándar que La casa de papel tanto presumía.
Una vez que comenzó la caída libre no hubo paracaídas alguno que pudiera frenar el rápido descenso a lugares que pensábamos imposibles para esta producción, lo que terminó por modificar la personalidad y naturaleza de algunos personajes; pensamientos como: “por favor, él jamás hubiera hecho eso” O uno mejor: “¡¿en serio?! Eso era completamente imposible”, comenzarán a inundar tu experiencia y a bajar lentamente la vara con la que medías a la serie después del cierre de la tercera entrega.
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