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    Así se vivieron los últimos días en los cines antes de cerrar

    Antes de decir hasta luego visitamos nuestros queridos recintos fílmicos que no abrirán sus puertas por varias semanas. Platicamos con los cinéfilos extremos que aún andaban por ahí.

    Uriel Linares | SensaCine México

    A la Cineteca Nacional entré con cierta cautela y sigilo. Me maravillé de que hubiera parejas recostadas sobre el fresco y acolchonado pasto verde que da a la calle Real de Mayorazgo. La cafetería, el restaurante e incluso la librería de la planta baja seguían con sus jornadas laborales. Por supuesto había menos gente que de costumbre, pero parecía más un día flojo que una verdadera emergencia mundial.

    La planta superior, donde apenas unos días atrás albergó  la conferencia de Entre las piernas de Arturo Ripstein, esa sí que estaba vacía. Un par de trabajadores se distraían con sus celulares pues no había boletos que recibir. El vendedor de la Roxy acomodaba cajas de cartón con aguas embotelladas y algunas latas de refrescos. Limpiaba la barra con un delgado trapo gris mientras su gorro de trabajo permanecía adherido a su cabeza.

    Fui sincero y le pedí que posara para algunas imágenes, nunca me ha gustado hacerlo de contrabando. Me contó que él debía mantenerse trabajando como cualquier día. Pensaba que la histeria colectiva por el coronavirus era muy peligrosa, pero la gente exageraba en muchas decisiones. Era jueves 19 de marzo, aún estábamos en la fase uno y ya había una tensa tranquilidad en las calles. Me fui mientras él seguía fregando la barra, limpiando las máquinas que hacían los helados, pero se veía difícil que los clientes le fueran a llegar.

    Uriel Linares | SensaCine México

    Abajo la taquilla revivía con unos cuántos que compraban entradas. Atrapó mi atención un joven que anotaba horarios y títulos de películas en una pequeña libreta frente al anuncio de las actividades canceladas. En 20 minutos comenzaría su película y le pregunté si no le daba miedo contagiarse adentro y respondió que no. Incluso contó que su hermano trabaja dentro de un hospital público y que ha visto de cerca los efectos del virus.

    Concordaba con el vendedor de helados: la gente sobrerreacciona y esto le daba la tranquilidad necesaria para entrar a la primera de las múltiples funciones que tendría ese mismo día. Ahí tenemos al primer cinéfilo extremo, uno que a pesar de todo prefería ver el cine en pantalla grande en lugar de la seguridad de su hogar.

    Primer razón para seguir yendo al cine durante la pandemia: la incredulidad. 

    Uriel Linares | SensaCine México

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