Cada vez que la apuesta narrativa contempla una historia de época con ciertos dramas y con personajes históricos reales existe el riesgo de volver lenta la producción al encerrarse en demasía a la tranquilidad de aquellos tiempos. Debemos admitir que en más de una ocasión las series o películas de época presumen de un argumento de lento desarrollo y al final se vuelven aburridas. Cosas que pasan.
A pesar de los múltiples riesgos narrativos que se tomaron para producir Freud, la suma de los personajes, el giro fresco a los intereses del conocido psicólogo y los elementos paranormales terminan por darle ligereza a la historia ambientada en la antigua Viena de 1880 donde la policía aún utilizaba espadas como parte del estricto uniforme e incluso portaba casco y ciertas decoraciones en metales pesados y ruidosos.
Sumado a ello la apuesta visual con sets que transportan al espectador a finales del siglo XIX y por supuesto un tratamiento en su paleta de colores con tonos grises y azules para denotar el paso del tiempo terminan por dotar de suficientes elementos atractivos a la serie y esto, en su conjunto, crean la necesidad por pulsar el famoso botón de “episodio siguiente”.