Hoy día Pablo Larraín es uno de los cineastas latinoamericanos con mayor presencia y reconocimiento en las grandes ligas del séptimo arte, películas como El club, Neruda o Jackie le han puesto bajo los reflectores más prestigiosos, es por ello que Ema, su nueva película, es capaz de generar enorme interés y por supuesto altas expectativas. Y por ello tuvimos una cálida charla con Mariana Di Girolamo, la gran protagonista de la cinta.
Nuestra reunión se dio por la mañana en un hotel ubicado en la zona sur de la Ciudad de México, fue allí donde nos encontramos con la intérprete chilena, quien nos esperaba sonriente en una terraza y que su blusa en tonos anaranjados y rojizos nos darían un adelanto de su colorida y divertida personalidad.
Hasta antes de esta cinta, Mariana había trabajado principalmente en producciones de televisión, especialmente series, es por ello que esto fue un nuevo reto actoral al estar involucrada en el desarrollo de una cinta dirigida por alguien como Larraín, allí también aprendió de la creación de personajes del propio cineasta.
“Para mí fue una verdadera experiencia, fue la primera vez que trabajo con este equipo. La construcción de Ema fue de fuera hacia dentro, para el pelo Pablo (Larraín) tenía súper claro lo que él quería para este personaje; este corte particular con un tono decolorado, además Pablo quería que fuera el retrato de una generación por el tipo de color y que además se notara en todos lados.”
Uno de los elementos más distintivos de toda la cinta fue su propuesta visual acompañada de una serie de vibrantes colores; esto es de tal importancia que incluso bien podrían considerarse como un auténtico personaje, no sólo forman parte de la historia, son el reflejo de la personalidad y sentimientos de la protagonista. Y para ello era necesario un bello lugar y un equipo de producción muy capaz.
“El escenario de Valparaíso fue algo que descubrimos ahí en la Márquez, esta especie de villa donde grabamos. Todos los días me iba sorprendiendo de lo que creaba el equipo de iluminación y fotografía y para cuando vi el resultado final en la película fue más aún…”
Pablo cuenta que nunca había trabajado en colores así, incluso le daba un poco de pudor porque era todo ‘al chancho’ como nosotros decimos. Los colores van relacionados a los sentimientos de Ema y al pensar de una generación vibrante, fuerte, colorida.
Pero pocas cosas se comparan al valor de la estética de la cinta como lo fueron las interpretaciones principales hechas por Mariana Di Girolamo y el mexicano Gael García Bernal; dieron muestra de su compromiso ya que la película podía cambiar todos los días al notener un guion en el cual basar su trabajo actoral, fue todo un reto.
“Requirió muchísima energía, muchísima concentración y tampoco tuve la oportunidad de hacer un trabajo previo como un ensayo, no tuve ningún guion a cual atenerme; las escenas llegaban el mero día o un día antes…”
Y agrego: “entendiendo que estábamos trabajando con ese método, sabíamos que la concentración era absoluta, el diálogo con Pablo era importantísimo. No hubo tanto de improvisación, pero para una escena en particular nos dieron un párrafo y Gael la extendió, él tiene la experiencia y el talento para poder hacerlo, a mí se me hace un poquito más difícil, pero sí, así eran algunas escenas.
No todo se trató de profundas y dedicadas interpretaciones o el talento artístico de Pablo Larraín que tanto enmarca el estilo visual de la película, incluso hubo varias escenas con un auténtico lanzallamas, mismo que la propia Mariana tuvo el valor de manipular con sus propias manos a pensar del alto riesgo que esto implicaba, así fue la anécdota que ocurrió en producción:
“Pablo me dice de repente: ‘Mariana vamos a tener que ensayar con un lanzallamas, quiero que puedas experimentar su peso, no creo que lo utilices tú’. Trabajaron con un doble al principio, pero luego yo insistí muchísimo, fui francamente insoportable y finalmente pude utilizarlo con el equipo adecuado.”
Es impactante lo que se siente al manipularlo, es heavy, pesa mucho, hay una presión gigante con el chorro que lanza y uno se va para atrás. El calor que había en el set era impresionante.
Por supuesto un arma de esta índole requería de concentración, un equipo especial, mucho entrenamiento previo y enormes espacios que a la par serían los sets de rodaje; a esto debía sumarse el apabullante calor que surgía del lanzallamas; motivos por el cual estos momentos no fueron sencillos de rodar.
Y por si esto último pudiera ser poca cosa, Pablo Larraín decidió hacer un plano secuencia que involucraba decenas de personas atentas a la acción, el reparto atento e incluso vehículos de bomberos que debían aparecer en la película. Esto poco a poco comenzó a subir su nivel de dificultad en la producción y vaya que puede notarse en la cinta.
Hay una escena en particular que es un plano secuencia muy cortito: yo lanzo y después llega el carro de los bomberos, estábamos nerviosos y trabajando en un espacio abierto, fue bien escalofriante.
Una vez que pasamos por el trabajo de construcción visual, la dedicación actoral con el talento de Girolamo y Bernal alargando diálogos para mayor realismo y teatralidad, llegó el momento de adentrarnos en un discurso social que se encuentra presente en cada segundo de la película, mismo que abarca a toda una generación que ha sufrido opresión creativa, emocional y sexual no sólo en Chile o Latinoamérica, podríamos inclusive llevarlo a escala internacional.
“Ema también es un reflejo de una generación, de lo que está sucediendo ahora mismo en mi país; específicamente en Santiago de Chile que estuvo en llamas, ahora se sigue quemando y no es aleatorio que Ema quema símbolos patrios, los juegos infantiles, el arco de futbol y el semáforo que es la encarnación del orden.”
Fue con estas alegorías que Pablo Larraín y Girolamo expresan una parte del descontento que ahora mismo tienen los chilenos en contra del orden impuesto por el gobierno, demostrándonos así que el cine sigue siendo una de las ventanas de expresión y demanda más importante que ha existido en la historia, es a través de una colorida pincelada acompañada del sufrimiento de un amor casi imposible como Ema alza la voz de las mujeres, de una generación y de un país que sigue ardiendo en sus entrañas.