Los documentales tienen el objetivo no sólo de dar a conocer cierta información específica sobre alguna situación o persona, sino también de sembrar una reflexión que nos ayude a entender mejor el entorno mundial; Ya me voy justo tiene ambos ingredientes. Se trata de una película mexicana dirigida por Lindsey Cordero y Armando Croda (Firmes, mexicanos en el Bronx) que ha llegado a cartelera comercial mexicana y cuenta la historia de Felipe, quien tuvo que emigrar a Estados Unidos en busca de una mejor oportunidad de vida para su familia y tras 16 años por fin pudo volver a México, pero ya nada era como lo había dejado.
En la película vemos a Felipe recolectar botellas de vidrio, plástico y latas para ganarse unos dólares y mandarlos a su esposa para terminar de construir una casita. Desde el comienzo nos plantean una historia empática, ya que el protagonista es realmente alguien alegre y que le gusta sentir el aprecio de los demás, por ello encontrarse con él no fue tarea complicada para los directores:
“Conocimos a Felipe en la calle, con su sombrero, su carrito, reciclando botellas,” nos cuenta Armando Croda en una entrevista que tuvimos con los tres involucrados principales del proyecto: “Lo veíamos pasar por las banquetas hasta que un día coincidimos y le tomé una fotografía. Después coincidimos cuando Lindsay y yo estábamos grabando un documental en el Bronx sobre la cultura Low Rider en Nueva York y Felipe nos pidió que le grabáramos un video donde saliera él cantando y diciendo unas palabras para su familia y para su nieta recién nacida…
Lo subimos a YouTube, lo vio su familia y empezamos a conocernos y nos pareció que era muy carismático con la cámara y le propusimos hacer algo, aunque todavía no estábamos seguros de qué.
Esa fue la primera piedra que cimentó una relación personal que derivó en la creación de un largometraje cuyo objetivo es mostrarnos la solitaria vida de un migrante en Estados Unidos y el anhelo de regresar con su familia a nuestro país. Pero Felipe no accedió a hacer la cinta en un principio, ya que iba a regresarse a México muy pronto, aunque pasó un año y los directores se volvieron a encontrar con él y ahora sí accedió a grabarlo: “¿Por qué no puede regresar a su casa?” Era la pregunta central para contar su historia:
“Fue difícil vivir allá porque hice de todo o casi de todo,” nos comparte Felipe con su simpático carácter: “Llegué a trabajar en una fundidora, ahí dilaté como ocho años. En ese tiempo también estuve trabajando en la limpieza y de ahí me salí de la fundidora y me dediqué a vender guitarras pequeñas de juguete que hacían los chinos. Las compraba a cinco dólares y las daba a 10 y sí las vendía bien, pero la policía me agarraba…”
Me pedían mi permiso o green card, pero yo era inmigrante y no tenía. Les enseñaba mi pasaporte y algunos me dejaban ir, pero otros me levantaban un ticket (multa). Cuando tenía que ir a la corte yo no iba como todo mexicano que piensa que es fácil. No iba y a la siguiente que me encontraban me detenían.
Después de esa experiencia y de ser perseguido por las autoridades estadounidenses fue que Felipe decidió comenzar con la recolección de materiales reciclables: “Me aburrí de que me agarrara la policía. Todos los condados tienen mi foto y mis huellas, entonces en ese momento veía las botellas y me dediqué a juntarlas. Desde un principio me dijo mi hermano que no me daba pena juntarlas y están pagadas bien, son cinco centavos de dólares.”
Fueron dos años los que Armando y Lindsay siguieron a Felipe para poder contar su historia; una vez que recabaron el material hicieron varias versiones hasta que dieron con la que estrenaron en los cines: “Nos gustaba mucho la idea de hacer un cine observacional,” nos reveló Lindsey Cordero: “También hicimos grabaciones donde Felipe hablaba directo a la cámara; hubo momentos en que estábamos pensando incluirnos a nosotros como cineastas en el documental…
Editamos muchísimas versiones incorporando estas ideas, pero nos dimos cuenta de que la historia de Felipe era tan fuerte, única y se sostenía sola que no necesitaba que explicaran nada. Decidimos hacer algo más crudo y cercano a la realidad.
Sin embargo, Ya me voy no fue la primera experiencia que tuvo Felipe frente a las cámaras, ya que nos contó que antes había tenido aproximación de otras personas: “Me encontró un americano que me hizo un video (Vice) y me dijo si podían grabarme y tomarme fotos; yo les dije que sí. Me dieron un puñito de billetes y me pidieron mi número. Después me hablaron para vernos y me llevó el video ya editado y me pidieron permiso para subirlo. Le firmé y me dio más billetes.”
Incluso su colorida forma de ser y alegrar las calles neoyorquinas hizo que alguien más compusiera algo especial basado en una canción que chiflaba: “Yo chiflaba ‘Volver, volver’ y hubo un rapero que lo hizo rap. De ahí me encontró canal 47 e hice una entrevista. Eso me sirvió de mucho.” Curiosamente a partir de ese momento su trabajo comenzó a agrandarse: “Conseguí un carro más grande, juntaba hasta 20 cajas de botellas de vidrio, como 1,000 latas, botellas de plástico, creció el negocio. A mí me gustó y me daba para mandarle a mi familia.”
Después de 16 años, Felipe por fin pudo regresarse a México luego de tantas veces que quiso hacerlo, pero una de las razones principales para no hacerlo fue que su familia estaba endeudada y el dinero que les mandaba era fundamental para pagar las cuentas. Tras muchas promesas de volver, lo hizo, aunque se encontró con una triste realidad:
Todos mis hijos, mis nueras y mi esposa corrieron a abrazarme y Cesarían [el hijo que dejó de seis meses] se quedó así como diciendo ‘¿Quién es este güey?’ Era el miedo que tenía y me sentí muy mal porque tanto hablaba y quería regresar por él y me recibió de esa manera.
Hasta la fecha la relación entre Felipe y su hijo menor sigue siendo distante, ya que César era un adolescente cuando regresó y no convivió durante toda su infancia con él, sólo conocía su voz. Incluso el amor de su esposa ya había cambiado y se había convertido a algo más seco; hasta la fecha ella no ha visto el documental, ya que de hacerlo quizá terminaría por destruir su relación.
Pero esto no era todo de lo que debía enterarse y acostumbrarse Felipe a su regreso, sino que aún se debía mucho dinero y tuvo que deshacerse de la casa que con tanto esfuerzo construyeron con la ayuda del dinero que mandaba: “Cuando llegué, no había dinero. Me tuve que meter a trabajar y vender dulces. Quedó la primera deuda pagada, pero después el segundo hijo se embarcó y encontré la deuda…
Para no alargar tanto tuve que vender mi casa, la que había construido con el dinero de Estados Unidos. Ahorita ando trabajando aquí en la Merced con el diablito.
Vaya historia la de Felipe que con tanto esfuerzo tratando de vivir el sueño americano tuvo que enfrentarse con una dolorosa realidad a su regreso a México. Aunque es un trago amargo de pasar, la sonrisa en el rostro no se le quita y mucho menos las ganas de seguir adelante; de ahí la importancia de que las personas conozcan su historia:
“Uno se va pensando que es muy bonito estar allá y es bonito porque vas a conocer, pero conlleva que dejas a tu familia. Dejé un niño de seis meses que ahorita sufro porque me reconozca y quiera como papá…”
Quiero que vean el documental y les llegue al corazón, que vean que no es tan fácil decir ya me voy.
Ya me voy está actualmente en cartelera mexicana.