A diferencia de la primera temporada la necesidad por dotar a cada personaje y situación de una necesaria neblina de suspenso que camina sobre ellos de principio a fin, ahora podemos ver una historia ágil, sin tropiezos y lo más importante: personajes mejor desarrollados y más humanos, nada se percibe forzado y esto ayuda a la narrativa completa de la historia.
El punto anterior es un claro ejemplo, por mucho compromiso actoral que tuviera Caplan sin un libreto que le respalde hubiera sido muy difícil conseguir resultados positivos, es por ello que las relaciones personales en esta nueva temporada son de vital importancia. En algún punto nos muestra que la cotidianidad puede transformarse y retorcerse hasta llegar a una oscura y espeluznante situación.
Esto abre la puerta al drama familiar que vemos a lo largo de los episodios, pero no se tratan de problemas de mamá e hija adolescente clásicos de la edad, estamos hablando de una adaptación que el mismo Stephen King supervisó.; por supuesto hay elementos terroríficos en su trasfondo, ¿lo ves? El libreto se vuelve más complejo mientras avanzamos y esto debemos agradecerlo, todo sigue apuntando a que la serie no te suelte y quieras maratonear de un momento a otro.
Inclusive se da el tiempo explorar caminos reflexivos como el sentido de pertenencia para un individuo. Sabemos que todos tenemos distintos objetivos y gustos de vida, cada uno percibe de forma distinta la realidad, pero siempre buscamos pertenecer a algo, esto es un discurso relevante cuando lo entremezclas con un giro retorcido y adictivo al estilo King.
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