Es verdad que cada género en el cine y la televisión tiene sus propios secretos y exigencias, sin embargo, nada se compara cuando buscas llevar una historia de terror a la pantalla. Especialmente cuando hablamos de las actuaciones, es probable que este sea uno de los géneros que muestra con mayor sinceridad las bases de los intérpretes; cuando alguien no da el ancho es realmente evidente.
Teniendo esto en mente debemos asegurarte que el trabajo del reparto de la segunda temporada de Castle Rock es sobresaliente. Desde los primeros instantes da muestra que son capaces de cargar sobre sus hombros la dosis elevada de drama y suspenso que la producción decidió darle a los nuevos episodios.
Y debo hacer especial mención al trabajo de la actriz californiana, Lizzy Caplan, quien toma al personaje central: Annie Wilkes, poco a poco se va revelando quién es y cómo llegó a tomar ciertos rumbos en su vida. Esto mientras sufre constantes arranques emocionales debido a la notable esquizofrenia que sufre y sólo para darle un plus, es responsable de una pequeña, su hija Joy (Elsie Fisher). Juntas viajan constantemente en busca del "Lugar feliz", allí donde todas las cosas salen bien y el mal no reina en sus campos.
Al mero estilo de King, también conocemos a otros personajes e incluso sus historias que van a la par de los protagonistas, pero en este caso, la inestable personalidad con la que dota Caplan a su personaje con ligeros, pero desconcertantes gestos y movimientos corporales, vuelven (casi instantáneamente) aún más interesaste a este personaje y te interesa en su mayoría únicamente verla a ella. Al final, conocemos su inestabilidad y eso termina por convertirse en un gran acierto, genera adicción por conocer más de su pasado.
Desde su modo de andar hasta la postura de su cuerpo de acuerdo a la situación que esté viviendo es como Caplan se adueña de los misterios que trae consigo la joven Annie. Y una vez que logras conectar tan rápido con un personaje y su historia, el resto se vuelve en beneficios extras que la serie va dosificando para jamás dejarte ir.
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