En el marco de la octava edición del Festival Internacional de Cine de Los Cabos, Ira Sachs (Keep the Lights On) asistió a las actividades como el cineasta a homenajear. Su trayectoria ha sido contundente, independiente y en continua maduración, logrando generar una voz propia que ha resonado por varios rincones del mundo, como el caso de Frankie, su más reciente filme (y protagonizado por Isabelle Huppert) que estuvo nominado a la Palma de Oro en el pasado Festival de Cannes.
Su comida favorita mexicana por supuesto que son los tacos (¿quién se resiste a ellos?) y adora el cine de Arturo Ripstein (Profundo carmesí): “Ripstein es una gran inspiración porque mantiene el curso de su propia voz… Es quien es y cada filme es su testamento”, nos confiesa el director en una entrevista que le hicimos durante el encuentro fílmico. Pero no es lo único que le agrada de nuestra industria cinematográfica, sino que también deja entrever un detalle que con el tiempo se ha perdido en Nueva York o quizá sea él quien ha cambiado como lo confesó:
La energía que procede de la cinematografía nacional es muy colaborativa, cosa que no siento que tengamos en Nueva York.
La forma de crear cine para Ira no tiene que ver con fantasías o realidades distópicas, sino con experiencias y relaciones personales que ha experimentado con el paso de los años: “Siento que creando por encima de las cosas personales en mi experiencia tengo más recursos para ir cuando quiera respuestas. No es difícil imaginarme a los personajes y lo que sienten. Cada película es una colaboración entre los actores y el director. Tengo que ser muy abierto a lo que traigan ellos. Siempre trato de crear un espacio en el que lo que ves es el intérprete en sí mismo.”
Su llegada al séptimo arte va muy de la mano con su trayectoria de director de teatro, pero la experiencia de comandar proyectos para cada rama es muy distinta de abordar: “Yo era director de teatro y me parecía inspirador en un nivel intelectual más que emocional…”
Hay algo en la narrativa para el cine que puede ser muy real y directa, así he podido contar las historias que he observado con mucho menos esfuerzo y con mucho significado.
Era 2005 su segundo largometraje: Forty Shades of Blue se estrenó, y desde entonces no ha dirigido una película tan retadora: “Fue la más desafiante sobre todo por el momento el que estaba pasando en mi vida, así como hacerla económicamente posible y trabajar con la gente que me dio el dinero… Fue muy difícil.”
Con una sonrisa en el rostro nos confiesa que su experiencia en Los Cabos ha sido maravillosa, especialmente porque a una de las proyecciones de las múltiples películas que pasan de su trayectoria un grupo de jóvenes asistió, situación que le dejó satisfecho. Y para cerrar, una frase que mencionó en su conferencia de prensa es la ideal para ponerle la cereza en el pastel a su visita: “Cuando hagas una película deja la ventana abierta y permite que el mundo entre.”