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    Megan Fox habla de lo difícil que fue ser un símbolo sexual en las películas.

    La actriz confesó que su imagen fue sexualizada de más, lo que le provocó serios problemas personales.

    Hace una década, el nombre de Megan Fox fue reconocido mundialmente tras su aparición en la primera cinta de Transformers de Michael Bay (Armageddon). Su rostro y figura se volvieron famosos de la noche a la mañana debido a su innegable belleza y pronto la maquinaria hollywoodense puso sus ojos en ella para convertirla en una musa e imán de taquilla. Su filmografía era prácticamente nula (aunque sí tenía participación recurrente en un par de series), pero su nombre representó un prototipo de belleza femenina que engalanaban las marquesinas y los titulares de revistas y tal cual fue “vendida” en el paquete extravagante con el que la industria del cine solía (o suele) tratar a gran de parte de las actrices en Estados Unidos.

    Su éxito en Transformers lo repitió en una secuela repudiada por la crítica, pero rumores sobre malos tratos con el director la llevaron a renunciar a la franquicia y experimentar en el género de la comedia. Ahora, 10 años después la actriz tiene planes que no incluyen a las Tortugas Ninja -gracias a Dios- pero vuelve a ser foco de atención gracias a su cuenta de Instagram, ya que en recientes fotos su rostro luce un tanto diferente y de nueva cuenta el mundo la pone en un lugar vulnerable juzgándola por esta decisión.

    La actriz decidió recurrir a la cirugía plástica, lo cual provocó un cambio obvio en sus rasgos naturales. Tras subir la primera foto, sus seguidores no dejaron de comentarle lo desafortunado que les parecía su cambio ya que consideraban que la actriz era perfecta. Lo cierto, es que el camino de la intérprete no ha sido maravilloso y durante una entrevista a Entertainment Tonight, confesó que mientras grababa Diabólica tentación, sintió que su imagen fue sexualizada de más, lo cual le provocó serios problemas personales, inseguridades, depresión, etc., que explotaron en una crisis que la llevó directo al psicólogo, aunque seamos sinceros, eso era algo que arrastraba desde Transformers:

    No era solo una película, eran todos los días de mi vida, todo el tiempo, con cada proyecto en el que trabajaba y con cada productor. Fue un punto de ruptura para mí. Creo que realmente tuve una crisis psicológica en la que no quería hacer nada.

    Lo que parecía una larga y prometedora carrera cinematográfica, se diluyó y alejó a Megan de los reflectores, dejándola de momento como un ícono importantísimo de los años 2000. Fox compartió su miedo durante aquella época: “Tenía certeza de que se iban burlar, a escupirme, que alguien se iba a poner a gritarme, que me iban a tirar piedras o me iban a empujar simplemente por haber salido.”

    Esto sin duda fue uno de los motivos por los que la actriz se apartó de los sets de filmación y desafortunadamente los movimientos para denunciar este tipo de conductas (como el #MeToo) en la industria aún no aparecían. Actualmente Megan Fox está de regresó en las producciones y tiene cuatro proyectos en los que está involucrada, uno de ellos es Big Gold Brick, en la que comparte créditos con Oscar Isaac y Andy Garcia.

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