Después de prácticamente dos años de espera, la octava temporada de ‘Game of Thrones’ se estrenó, con un episodio que no fue espectacular – como la mayoría de los inaugurales – pero que nos dejó algunas sorpresas dignas de enchinarnos la piel y por supuesto que cerró con un cliffhanger que augura cosas más espectaculares para el siguiente episodio.
La primera sorpresa fueron los créditos del comienzo, ya que después de siete temporadas han cambiado radicalmente. Si bien la música de fondo y la idea principal continúa siendo la misma, ahora el Muro ha sido destruido y damos un recorrido por Winterfell en su mayor parte y los símbolos de las casas sobre los territorios son más pequeños. Esto obviamente augura que el estandarte no va a significar mucho – como ya venían anunciando algunos protagonistas – y que en cada episodio posiblemente veamos presentaciones distintas y enfocadas en algún lugar y ya no en todo el mapa de Westeros y sus alrededores. Obviamente los dominios de los Stark serán clave.
Los esperados encuentros y reencuentros fueron el atractivo principal. Destaca uno que ya habíamos conocido en parte en el tráiler e imágenes previas y en el que Sansa Stark (Sophie Turner) y Daenerys Targaryen (Emilia Clarke) se conocen con Jon Snow (Kit Harington) como intermediario. Ya podíamos vislumbrar que la relación entre estas dos poderosas mujeres no iba a ser buena y lo confirmamos.
Arya Stark (Maisie Williams) protagonizó varios, ya que además del sentido y fraterno abrazo con Jon Snow, vio nuevamente a The Hound (Rory McCann) y a Gendry (Joseph Dempsie). Por otro lado, Samwell Tarly (John Bradley) nuevamente se encontró con Jon Snow, y aunque no fue algo alegre, por fin, el antes conocido como bastardo de Ned Stark (Sean Bean), supo la verdad sobre su origen y obviamente tiene conflictos internos sobre los pasos que seguirá de ahora en adelante, sobre todo por su relación amorosa con Daenerys – que confirmaron en una cita gélida – y su negativa de aceptar una corona. Esto será fundamental para el resto de la temporada, ya que es el comienzo de una nueva era de descubrimiento para Snow.
Otros que también consumaron su gusto entre sí fueron Cersei (Lena Headey) y Euron (Pilou Asbæk) quienes compartieron la cama. Esto podría estar augurando la declive de la Reina, ya que no la habíamos visto tan satisfecha y alegre desde hace tiempo, y conociendo la personalidad truculenta y ventajosa que suele tomar Euron, podría ser una pista sobre el destino poderoso que tendrá el personaje de las Islas de Hierro y el obstáculo que podría significar para los que busquen el trono de hierro, ya que si consuman su alianza en más ocasiones, ambos en el poder podrían ser una dupla de alto riesgo, porque son capaces de hacer cualquier cosa con tal de conservar la corona.
Pero definitivamente lo más destacado fue el reencuentro entre Jaime Lannister (Nikolaj Coster-Waldau) y Bran Stark (Isaac Hempstead-Wright) quienes desde el primer episodio de la temporada uno no se encontraban. Así que Jaime tendrá que responder por la fechoría que hizo al tirar desde la ventana al pequeño Stark y tendrá que enfrentar un juicio. Le llueve sobre mojado.
Y aunque los white walkers no tuvieron protagonismo, sí dejaron su marca utilizando al pequeño Umber para hacerles saber que no se detendrán. En conclusión, no fue espectacular este episodio, pero definitivamente cimentó las bases para las situaciones que veremos más adelante en la temporada y tuvo sus momentos de emoción dramática. Aquí un adelanto del segundo episodio.