Afortunadamente quedó atrás esa época oscura en la que el cine mexicano estaba conformado por puros churros horripilantes que carecían de una trama decente y más bien eran una serie de sketches mal escritos cuyo único chiste era estar saturados de albures, sexo y mujeres con poca ropa. Aunque en los 70 y 80 hubo sus honrosas excepciones, tuvieron que llegar los 90 para que -por obra de algún milagro- emergieran Cuarón, Del Toro, Lubeski, Antonio Serrano, Carlos Carrera y le dieran una nueva cara al cine mexicano, y con eso, contagiaran a la audiencia de la intención de gastar en un boleto para ver una cinta de manufactura nacional.
Nos falta, no cabe duda, pero lo que se ha avanzado es impresionante y en lo personal, me emociona la Fiesta del Cine Mexicano porque creo que la industria que tenemos hoy como país es digna de celebrarse. Aunque aún quede mucho camino por recorrer, cada vez son más las cintas que se miran al tú por tú con muchas otras de Hollywood, como Ya veremos, que desbancó de la taquilla a nada más y nada menos que Misión: Imposible - Repercusión.
Con todo, los mexicanos somos de lo más criticones y malinchistas, y no perdemos la oportunidad de menospreciar el trabajo de los cineastas en México. También es cierto que somos poco empáticos y les apuesto que pocas veces se han preguntado qué tan fácil o difícil es hacer una película en México, por eso se lo preguntamos a los involucrados directamente...