La obra maestra de Francis Ford Coppola reunió a grandes actores, por lo que la improvisación era el pan de todos los días en el set. Se dice que muchos de los momentos más icónicos de la trilogía surgieron en el momento de la inspiración de los actores. Uno de los más famosos es cuando Vito Corleone (Marlon Brando) cachetea a Johnny Fontane. Su intérprete, el actor Al Martino, se desconcertó por completo, pero Brando le dijo que quería sacudirlo a ver si a sí lograba inyectarle algo de vida a la escena.
Esa no fue la única vez que Brando asustó a alguien. La peor ocasión fue en la escena que compartió con Anthony Gounaris, un pequeño de tres años que interpretaba a su nieto. Brando tenía todo el peso de la escena sobre sí y sabía que tenía que conectar con el niño de alguna manera, así que decidió meterse una cáscara de naranja en la boca y empezara gruñir como monstruo. El pobre escuincle comenzó a dar de gritos y el actor se vio forzado a consolarlo, dejándole al cine una de las escenas tristes más tiernas de la historia.