No existía el CGI a finales de los 70 y los efectos especiales requerían de mucho trabajo para que no terminaran viéndose 'chafas' en la pantalla. Ridley Scott pensó que además de cuidar cada detalle, también ayudaría a la credibilidad si los actores pudieran experimentar el horror en carne propia. Por eso no le dijo a nadie sobre la escena en la que el alien con forma de gusano sale del pecho de uno de los astronautas (John Hurt), haciendo que su cuerpo explote violentamente.
Se le puso al actor un dispositivo que haría explotar una bolsa llena de sangre y visceras de cerdo. Llegado el momento, Scott les pidió a los actores que se inclinaran sobre el cuerpo del infectado... y de repente quedaron cubiertos de sangre. Sus caras de horror, sorpresa y desconcierto son reales, y hasta la fecha se considera que es lo que hace valiosa a la escena. Así que aunque muchos salieron disparados a bañarse a su trailer y dejaron de hablarle a Scott, valió la pena para el director.