La aterradora película de William Friedkin no sólo es una obra maestra del género por ser de las primeras en tratar el tema de la posesión diabólica, también porque el director sometió a cualquier tipo de extremos a los actores para que su actuación fuera lo más real posible. Friedkin mantuvo el set a una temperatura helada -como supuestamente estaba el cuarto de Regan- para que los actores temblaran y saliera vapor de su boca. También disparaba una pistola de vez en cuando para mantenerlos alerta.
Pero la peor, según dicen, fue que no le dijo a Jason Miller, quien dio vida al Padre Karras, que quedaría cubierto en vómito verde. El actor sabía que algo por el estilo ocurriría porque Linda Blair tenía la cara llena de tubos, pero no pudo ocultar su sorpresa y asco cuando litros de sopa de chicharo tibia le cubrieron la cara y el pelo. La escena quedó en una toma gracias al profesionalismo de Miller, quien sólo pasó el resto del día enojado y odió de ahí en adelante la sopa de chicharo.