Ya lo decíamos en enero, cuando les recomendamos que cancelaran sus planes del fin de semana porque The End of the F***ing World es una serie oscura e inquietante, de ritmo perfecto, con un soundtrack increíble, que sigue a una pareja como Bonnie & Clyde en su adolescencia, a los que se les salen las cosas de control. Aunque se permite algunas licencias creativas para llevar ciertas situaciones a un límite que rebasa un poco la realidad, es 100% adictiva porque parte de una premisa interesante: ¿qué habría pasado si hubieras llevado a cabo los atormentados planes que tenías en mente cuando eras adolescente?
The End of the F***ing World es siniestra, oscura y el único humor que conoce es el negro, y por contradictorio que suene, en eso radica su magia, porque el planteamiento de dos adolescentes que de golpe se enfrentan a que sus más oscuros pensamientos se vuelven realidad y que en el intento de solucionar el lío en el que se metieron se dan cuenta que son más nobles de lo que se imaginaron, es completamente nuevo.
Por si fuera poco, el final The End of the F***ing World es magistral y uno de esos que puede ser tanto el mejor cliff-hanger como un cierre estrujante. Quizá por eso la cuenta oficial de Twitter de la serie lo utilizó para anunciar que Netflix ha dado luz verde para una segunda temporada.
[SPOILER A CONTINUACIÓN]
El asunto es que no sabemos si estar felices o no con la noticia. Por un lado, por supuesto que nos gustaría conocer la continuación de esta historia, pero por otro es muy probable que le pase lo mismo que 13 Reasons Why, ya que la novela gráfica de Charles Forsman en la que está basada The End of the F***ing World termina en el mismo momento y lugar, y de sobra sabemos -porque también ha sucedido con Game of Thrones- que nunca será lo mismo lo que otro escritor pueda añadir a la historia, sobre todo cuando su autor ya había terminado de contarla.
¿Realmente vale la pena echar a perder el buen sabor de boca que dejó una historia en aras del fan service o los dólares extras? En este mundo de ganancias millonarias, gratificación instantánea y empresas que se doblan ante cualquier berrinche del espectador, tristemente, parece que sí...