La disputa entre Netflix y el Festival de Cannes continúa. Después de la polémica que surgió el año pasado cuando el servicio de streaming participó con sus cintas originales Okja y The Meyerowitz Stories, para ganarse algunos de los premios, comenzaron las olas de opiniones en favor y en contra de esta práctica.
Pedro Almodóvar, presidente de la edición pasada del certamen, dijo que "defenderá, siempre y mientras viva, la capacidad de hipnosis de una gran pantalla. Creo firmemente en que la primera vez que se ve una película, la pantalla no puede ser parte del mobiliario”, con lo que estableció una clara postura en contra de los estrenos en pantalla chica que compiten en Cannes.
Por esta división de opiniones, los organizadores decidieron cambiar las reglas para las cintas participantes, y ahora tendrán que garantizar su distribución en cines franceses para competir, una movida en contra de las plataformas online para tratar de apegarlas al tradicional estreno en los cines convencionales.
Sin embargo, esto es solo limitar el futuro, los servicios como Netflix que ofrecen contenidos originales y muchas veces de calidad en sus plataformas, son cada vez más consumidos por el público; no sólo se comienza a convertir en sinónimo de distribución al alcance, sino que también en un trampolín para que producciones pequeñas y de corte más independiente tengan salida hacia el espectador, porque hay que ser realistas: los estrenos de películas de bajo presupuesto e ideas menos comerciales tienen muchos problemas para ser distribuidas, y una vez superada esa prueba, los largometrajes taquilleros se los comen dejándoles sólo ganancias muy pequeñas.
Ya lo dijo David Ayer en una entrevista para nosotros: “lo que me fascina de eso (el estreno de su cinta en Netflix) es que va a estrenarse en 190 países a la vez, en cada lenguaje y al mismo instante, a algo así como cien millones de suscriptores; eso para mí es una presentación inigualable”, un mercado que en ningún momento pensarías que tuviera una cinta como Bright, pero gracias a la apuesta de Netflix logra llegar a muchísimas personas.
Estoy de acuerdo en que nada igualará la experiencia de ir al cine y disfrutar de algún filme en gran formato y con un sonido increíble, pero la llegada de Netflix no debe representar una amenaza, sino un aliado con el que se pueda convivir. La televisión no llegó a sustituir por completo a la radio ni el internet lo hizo con los periódicos. Simplemente son pasos hacia la evolución de la sociedad y la necesidad de tener entretenimiento al alcance de todos, hablando de dinero y también de distancias, porque no en todos partes hay un cine cercano, sólo en las grandes ciudades.
Por la aún inconclusa discusión que se terminará cuando conozcamos los títulos en competencia el próximo 12 de abril, corren riesgo de no presentarse en Cannes películas como Roma del mexicano Alfonso Cuarón, que el director hace con la misma intención de entretener y contar una historia, sin importar dónde se proyecte, pero este tipo de desacuerdos perjudican más a los cineastas, quienes sólo quieren ver su trabajo en la pantalla, sin importar el tamaño.