Este viernes se estrena La libertad del diablo, con la que Everardo González descubre un nuevo género: el documental de terror. Porque la realidad que retrata este largometraje es espantosa, y lo peor, es que sucede todos los días en nuestro país.
Cómo llegó hasta ti esta historia?
La violencia en Mexico se volvió brutal, bestial, cabezas que ruedan, cuerpos desmembrados; esta imagen del horror que vivimos en México, hicieron que ya prácticamente no nos indignamos de nada. Como que pensamos que sólo le cambiamos de canal y ya está. Yo tenía la inquietud de que no le cambiáramos de canal. Quise hacer un documental en el que se respetara el anonimato para permitir la libertad de testimonio, con un ensayo que reflexionara en torno a la violencia, el oido, el perdón, la venganza, la compasión. Me vino la duda entonces de si el sicariato era consciente del daño social que hacía. Y así surgió la La libertad del diablo, una película que me permitiera, primero a mi, escuchar qué tenían que decir aquellos que han violentado al país, como una especie de responso hacia las víctimas.
¿Cuál es el mensaje detrás de las máscaras?
Son las que se usan para quemaduras en el rostro, así que es una máscara que está completamente ligada a la idea del dolor. Lo que permitió, más allá del anonimato, fue a revelar muchas verdades. Hace que la concentración del espectador esté en la transformación del rostro, así puede meterse a la historia de una manera muy particular. Es un ejercicio terapéutico, diría yo, como de identificación plena, que hace que deje de ser esto que le sucede al otro, para ser algo que me puede suceder a mi o a los que quiero; o cuánta responsabilidad tengo en lo que está sucediendo.
Uno pensaría que un documental que está hecho casi a base de testimoniales a cuadro de personas con máscaras, no podría funcionar, y sin embargo no puedes despegar los ojos de la pantalla…
La máscara parece anónima, pero va tomando personalidades distintas dependiendo de quien la porte, ahí es donde nos dimos cuenta de la fascinación por este rostro cubierto, de la hipnosis y el terror que provoca saber qué hay del otro lado e incluso ser capaces de mirar, como se mira en un espejo, en este ejercicio retórico del cine. Eso nos hizo tomar la decisión de que tuviera una construcción muy mínima.
Entre el título, las mascaras y lo terrible de las historias, podríamos decir que este es un documental de terror?
Así es, es un documental en el que todo lo que se ve en pantalla es monstruoso… salvo la mirada, porque detrás del horror descubres incluso dulzura en los ojos de aquellos que son violentos. Es un ejercicio de reconocimiento muy complejo que no fue intencional necesariamente, pero esa es la maravilla del cine.