Black Mirror fue uno de esos felices descubrimientos que se hacen un sábado en la noche cuando no se tiene nada mejor que hacer. Afortunadamente el domingo tampoco había plan y pude seguir hipnotizada por las historias que reflejaban nuestros peores temores desde el obscuro espejo en el que nos miramos todos los días, a toda hora, en todo momento: las pantallas de nuestros teléfonos, tabletas, computadoras y televisiones.
¿Qué nos está haciendo perder la tecnología? ¿Terminaremos destruidos por nuestras propias creaciones? Son algunas de las preguntas que la inteligentísima y sorprendente serie inglesa creada por el escritor y productor Charlie Brooker, plantea en cada una de sus entregas. Brooker es, en mi humilde opinión, un verdadero genio que nos obliga a voltearnos a ver, subyugados por una existencia paralela virtual que cada día se vuelve más relevante que la de carne y hueso.
Fue necesario que Black Mirror se llevara dos premios Emmy por el episodio San Junípero, para que la serie fuera tomada en cuenta como se merece. Este 29 de diciembre a la 1:00 a.m. se estrenó la cuarta temporada en Netflix y los reportes indican que ha sido uno de los estrenos por los que más gente se ha desvelado.
En esta ocasión parece que además de presentar un futuro distópico cercano en el que la tecnología, vía apps, redes sociales, video juegos y demás artilugios de la vida virtual, han modificado la existencia y el pensamiento humano con consecuencias a veces fatales, Brooker ha tomado además nuestros miedos e inseguridades más primitivos para mostrarnos hasta dónde podríamos llegar si la tecnología nos ofreciera la posibilidad de no tener que lidiar con ellos.
El episodio inaugural, USS Callister, es una verdadera joya en forma de tributo a la serie original de televisión de Star Trek, que combina el pasado y el futuro para crear momentos que en medio del suspenso y el horror nos hacen soltar la carcajada. Arkangel, el segundo de la lista y dirigido por Jodie Foster, ya generó una cascada de opiniones por poner sobre la mesa el tema de las madres sobreprotectoras de hoy que han perdido de vista la línea entre cuidar de un hijo y controlar su vida. Foster nunca había visto Black Mirror cuando aceptó participar en el proyecto y ha dicho que ahora que la conoce la considera ‘fucking awesome’. Estamos de acuerdo al cien.