Seamos honestos: a todos nos gustan los cuentos de hadas. Por eso nos gusta The Crown, por esa vida de reina que se nos revela en cada episodio; por ese acceso a un mundo al que los simples mortales no alcanzamos ni a imaginar. Y nos gusta, aunque sepamos que pocas cosas tan finas como la propaganda de la monarquía británica, que es capaz de lo que sea con tal de que no la cambien de lugar. Ultimadamente qué nos importa, el chisme está buenísimo.
No sólo la reina Isabel ha entrado en una etapa de madurez y consolidación, también Clara Foy se nota cada vez más dueña del personaje, con una actuación que conforme avanza la trama, empieza a convertirse en transformación. Sin duda que la reina sonreirá satisfecha en la sala de tele de Buckingham Palace cada vez que vea este retrato que la pinta como una mujer fuerte, íntegra, inteligente y serena, que tiene muy claro que por encima de todo está su deber -casi encomendado por poder divino- de servir al pueblo inglés a través de su labor como reina.
Si bien una de las fallas de la primer temporada fue sacarle los trapitos al sol a toda la familia real sin tocar a la inmaculada figura de la reina, la segunda parte de The Crown acierta justo en eso: mostrarnos al ser humano que está bajo el peso de la corona. Y sin duda es refrescante adentrarnos también en lo que puede ser el lado oscuro de alguien que internamente se rebela a veces a su destino, que sufre emocionalmente, que siente celos y que puede tener hasta inseguridades como mujer. El personaje de Clara Foy es entrañable y uno no puede evitar -por más propaganda que sea -sentir una enorme admiración por Isabel.
En esta temporada vemos también a un príncipe Felipe mucho más fuerte, que lucha por hacerse de un lugar relevante en la corte; a una princesa Margarita atormentada como la víctima de las circunstancias que es (aunque de repente nos corten de tajo su historia) y, sobre todo, a una Inglaterra vulnerable que todavía se tambalea para asegurar su lugar en el convulso mundo de la post-guerra. Y en eso la segunda temporada de The Crown es inmisericorde, porque revela no sólo trapitos, sino toda la ropa sucia sobre hechos que sacudieron a la monarquía. Los personajes de los cuentos de hadas no siempre viven felices para siempre.