Una de las expresiones más crueles de la tragedia –como bien la definió Arthur Schopenhauer, “el fatal precipicio de los justos y de los inocentes”– es que la vida no se detiene. El mundo continúa, aunque el individuo esté destruido por dentro. Kenneth Lonergan, cineasta neoyorquino con una profunda sensibilidad para retratar las contradicciones del alma humana, aborda esta dolorosa paradoja en Manchester junto al mar, una de las películas más conmovedoras y honestas del siglo XXI.
Disponible ahora en Netflix, la película sigue a Lee Chandler (Casey Affleck), un hombre solitario que trabaja como encargado de mantenimiento en Boston. Su vida transcurre en rutina y aislamiento, hasta que recibe la noticia de la muerte de su hermano. Obligado a regresar a su pueblo natal, Manchester-by-the-Sea, se reencuentra con su pasado, con su sobrino adolescente Patrick (Lucas Hedges) y con las heridas aún abiertas que lo vinculan a su exesposa, Randi (Michelle Williams). El testamento de su hermano le deja una tarea inesperada: convertirse en el tutor legal del joven, lo cual reaviva el conflicto entre su incapacidad emocional y las responsabilidades que le impone la vida.

La vida después del dolor: la desgarradora historia de ‘Manchester junto al mar’, ahora en Netflix
Lejos del artificio narrativo o del sentimentalismo fácil, el guion escrito por Lonergan se sostiene en una narración íntima, honesta y llena de matices. Describe con rigor y humanidad el viaje emocional de su protagonista, quien intenta mantenerse en pie frente a una avalancha de recuerdos, decisiones pasadas y vínculos fracturados. El relato combina pinceladas de ternura y humor con una dolorosa introspección que retrata con sinceridad la dificultad de conectarse con los demás cuando el dolor bloquea todo canal afectivo.
La estructura de Manchester junto al mar se construye a partir de una alternancia entre pasado y presente, que, sin advertencia alguna, sumerge al espectador en los recuerdos más traumáticos de Lee. Gracias a la edición precisa de Jennifer Lame, los flashbacks aparecen de manera orgánica, emulando el funcionamiento errático de la memoria humana. No hay florituras visuales ni filtros oníricos, sólo cortes sutiles y dolorosos que revelan, poco a poco, el origen del sufrimiento de su protagonista y el porqué de su aislamiento, su culpa y su negativa constante a redimirse.

Casey Affleck entrega una de las actuaciones más poderosas y contenidas de su carrera. Su interpretación permite entrever la existencia de dos vidas: la anterior a la tragedia y la que vino después, marcada por una inexpresividad dolorosa. Lo acompaña una puesta en escena austera, fría y melancólica, que encuentra en los paisajes costeros de Nueva Inglaterra un eco del luto y la culpa. La fotografía de Jody Lee Lipes capta la belleza gélida del entorno, pero también el encierro emocional del personaje, sin recurrir al dramatismo exagerado.
Manchester junto al mar es una película que no busca ofrecer consuelo fácil. Al contrario, propone una visión honesta y profundamente humana del duelo, donde no siempre hay redención ni respuestas claras. El final, sobrio y realista, evita la resolución artificial y apuesta por una salida discreta, íntima, como la vida misma. Kenneth Lonergan nos recuerda que todos estamos destinados a enfrentar la pérdida, y que la manera en la que respondemos a ella define nuestra forma de habitar el mundo.