Cuando se trata del cine de guerra, el séptimo arte no ha escatimado en mostrar lo más crudo de la humanidad, y también lo más heroico. Desde el desembarco de millones de dólares en Salvando al soldado Ryan, el viaje psicológico de Apocalipsis ahora, hasta el realismo desgarrador de 1917, las películas bélicas no solo son una categoría aclamada y llena de Premios Oscar, sino una ventana intensa a los momentos más complejos de la historia.
Pero entre tantas cintas reconocidas, hay una trilogía que, aunque no siempre está en el radar del público general, es considerada por los expertos como una de las obras maestras más impresionantes del cine de todos los tiempos. ¿Lo mejor de todo? Tiene una duración de casi 10 horas de la más altísima calidad, que no sólo vale la pena ver, sino experimentar con todos los sentidos.

Se trata de nada más y nada menos que de La condición humana, la monumental trilogía dirigida por Masaki Kobayashi, una leyenda del cine japonés cuyo legado aún resuena entre críticos, cineastas y cinéfilos alrededor del mundo. Kobayashi, aunque no tiene la misma fama internacional que Akira Kurosawa o Hayao Miyazaki, con sus películas ha influido a generaciones enteras de amantes del cine. El japonés fue un maestro en retratar los dilemas morales, la violencia del poder, y las luchas internas del ser humano frente a lo absurdo de la guerra.

Dividida en tres partes, con No hay amor más grande (1959), Camino a la eternidad (1959) y La plegaria del soldado (1961), esta saga épica sigue la historia de Kaji, un joven idealista que intenta mantener sus valores humanos en medio del infierno que representa la Segunda Guerra Mundial. A lo largo de la trilogía, lo vemos enfrentarse a injusticias, sobrevivir a condiciones inhumanas y tratar de aferrarse a su integridad mientras todo a su alrededor se desmorona.
La historia comienza con Kaji trabajando en una mina bajo el régimen militar japonés, enfrentándose al maltrato a los prisioneros chinos. Luego, es reclutado al ejército y enviado al frente, donde debe encarar las contradicciones entre su moral y su deber como soldado. Finalmente, termina como prisionero de guerra, donde su resistencia física y espiritual es llevada al límite.

Cada entrega de esta trilogía tiene una duración considerable, lo que suma un total de casi 600 minutos, un poco más de nueves horas y media, para ser exactos. Y, aunque suene intimidante, te aseguramos que cada minuto vale oro. Kobayashi logra hacer que el tiempo vuele, atrapando al espectador con una narrativa poderosa, actuaciones memorables y una dirección visual impecable.