La historia del cine animado suele asociarse con Walt Disney, cuyo legado ha marcado generaciones con películas clásicas. En 1937, el estreno de Blanca Nieves y los siete enanos (película que puedes disfrutar en Disney+) no solo significó un paso representativo en la carrera del propio Disney, sino que también marcó el inicio de su era dorada. Esta cinta consolidó al estudio como líder en la industria de la animación y popularizó el formato de largometraje animado, sentando las bases para futuros éxitos.
Sin embargo, existe una idea errónea sobre el filme dirigido por William Cottrell, David Hand y Wilfred Jackson: no fue la primera película animada de la historia. Aunque Disney revolucionó el género con su trabajo, décadas antes otro filme había explorado el potencial del largometraje en el cine de animación. Se trata de El Apóstol, un largometraje argentino estrenado en 1917, que, además de ser pionero, destacó por su fuerte contenido político y su innovador uso de la técnica de animación.

Un filme perdido en el tiempo: el verdadero pionero de los largometrajes de animación
El Apóstol fue dirigido por Quirino Cristiani y producido por Federico Valle, dos figuras clave en el desarrollo del cine animado en Argentina. Antes de embarcarse en la realización de este largometraje, trabajaron juntos en cortometrajes animados de sátira política. Su experiencia en el periodismo y la caricatura les permitió utilizar la animación como una herramienta de crítica social, algo poco común en el cine de la época.

La película narra una historia en la que el presidente argentino Hipólito Yrigoyen sueña con viajar al Monte Olimpo para discutir con los dioses los problemas de su gobierno. En su desesperación, solicita a Zeus un rayo para incendiar la ciudad de Buenos Aires y empezar desde cero. Esta trama, cargada de ironía y simbolismo, reflejaba el descontento de una parte de la sociedad con la administración de Yrigoyen y se convirtió en un ejemplo temprano del uso de la animación con fines políticos.
El proceso de producción de El Apóstol fue complejo y ambicioso. Utilizó la técnica de animación con recortes, similar a la que se empleó en los primeros episodios de South Park. El equipo de producción trabajó durante casi un año para crear las 58,000 ilustraciones necesarias para completar la película, que tenía una duración de aproximadamente 70 minutos. A pesar de la falta de tecnología avanzada, la creatividad y el esfuerzo de los realizadores lograron un resultado innovador para su época.

El Apóstol se estrenó en Buenos Aires en noviembre de 1917 y fue un éxito de crítica. Los espectadores quedaron impresionados con la calidad de la animación y el ingenio de su sátira política. Sin embargo, la película no tuvo una distribución masiva y fue prohibida por las autoridades debido a su contenido controversial. Su circulación se limitó a Buenos Aires, impidiendo que alcanzara un reconocimiento internacional como otros filmes animados posteriores.
Lamentablemente, El Apóstol se considera una película perdida. En 1926, un incendio en los estudios de Valle destruyó todas las copias existentes, dejando su legado reducido a los testimonios de quienes la vieron en su momento. A pesar de esto, su impacto en la historia del cine es innegable. Si bien Walt Disney popularizó el largometraje animado a nivel global, El Apóstol demostró años antes que la animación era un medio con un potencial narrativo único, capaz de contar historias complejas y socialmente relevantes en un formato de larga duración.