Jean-Claude Van Damme regresa a la pantalla con una película que mezcla acción y comedia de manera explosiva. El último mercenario, una producción original de Netflix, es un homenaje a los clásicos del cine de acción de los noventa, pero con un giro humorístico que permite al actor belga explorar su faceta más divertida. Con escenas de peleas perfectamente coreografiadas y una historia que juega con el absurdo, la película se convierte en una opción ideal para los fanáticos de las emociones fuertes y las risas inesperadas.
Dirigida por David Charhon, El último mercenario sigue la historia de Richard Brumère, un exagente secreto conocido como La Bruma. Después de años en las sombras, se ve obligado a regresar cuando el gobierno francés, por un error burocrático, elimina la inmunidad de su hijo Archibald. De la noche a la mañana, el joven queda expuesto a una operación mafiosa que lo pone en peligro. Sin tiempo que perder, Brumère deberá reactivar sus viejos contactos, enfrentarse a agentes corruptos y, lo más difícil de todo, intentar ser un padre para un hijo que ni siquiera sabe que él existe.
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Netflix revive la acción noventera con esta frenética aventura
Desde su primera escena, la película deja claro que no escatimará en acción. Van Damme vuelve a demostrar que, a pesar de los años, su dominio de las artes marciales sigue intacto. Sus icónicas patadas y movimientos acrobáticos están presentes, acompañados de persecuciones frenéticas y combates cuerpo a cuerpo que mantienen un ritmo electrizante. Sin embargo, El último mercenario no se toma demasiado en serio a sí misma. Cada escena de acción está salpicada de humor, haciendo que incluso los momentos más tensos tengan un aire ligero y entretenido.
El tono cómico de la película recae en gran parte en el carismático elenco. Van Damme se luce con una interpretación que combina su característica rudeza con un sentido del ridículo pocas veces visto en su carrera. Su personaje no solo es un letal mercenario, sino también un maestro del disfraz, usando pelucas y atuendos absurdos para infiltrarse en sus misiones. A su lado, Samir Decazza interpreta a Archibald, un joven completamente ajeno al mundo de su padre, cuya torpeza y reacciones exageradas generan algunos de los momentos más divertidos del filme.
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A pesar de sus aciertos, la película tiene algunos tropiezos. La historia, aunque entretenida, presenta ciertas inconsistencias narrativas que pueden confundir al espectador. Hay transiciones bruscas entre escenas y algunos momentos en los que los personajes aparecen en lugares sin una explicación clara. Además, tras un emocionante inicio, el ritmo se vuelve irregular, con secuencias que se alargan innecesariamente y que no logran igualar la intensidad del primer acto.
Sin embargo, estos detalles no opacan la diversión que ofrece El último mercenario. Su mayor fortaleza radica en la dinámica entre los personajes y en el encanto nostálgico que desprende. Es una película que sabe jugar con la imagen de Van Damme como estrella de acción de los noventa y lo pone en situaciones que sacan lo mejor de su talento cómico. Además, cuenta con cameos sorprendentes, como el de Miou-Miou, que aportan un toque inesperado a la historia.
