Netflix ha logrado convertirse en un escaparate global para el cine surcoreano, especialmente para aquellas historias que combinan de forma magistral la comedia y el romance. Un claro ejemplo de esto es Una chica del siglo XX, una película que despierta emociones a través de la nostalgia y la intensidad del primer amor. Su capacidad para conectar con públicos de todas las edades radica en cómo retrata esos momentos universales que todos hemos experimentado: las primeras mariposas en el estómago, la incertidumbre de la adolescencia y los lazos de la amistad inquebrantable.
La historia comienza con Na Bo-ra (Kim Yoo-jung), quien, ya en su vida adulta, se prepara para regresar a Corea. Este viaje desencadena una serie de recuerdos que nos transportan a 1999, cuando Bo-ra era una estudiante de secundaria. Su mejor amiga, Kim Yeon-du (Roh Yoon-seo), está por someterse a una cirugía fuera de la ciudad, pero antes le pide un favor inusual: espiar a su crush, Baek Hyun-jin (Park Jung-woo). Bo-ra acepta la misión con la lealtad que caracteriza a las amistades adolescentes, lo que da inicio a una serie de situaciones tan divertidas como entrañables.
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Una historia de primer amor y amistad: la comedia romántica coreana que no te puedes perder
Sin embargo, el destino tiene otros planes. En su intento por recopilar información sobre Hyun-jin, Bo-ra termina enamorándose de su mejor amigo, Poong Woon-ho (Byeon Woo-seok). Aquí comienza una montaña rusa emocional llena de malentendidos, decisiones impulsivas y ese dramatismo exagerado que solo la juventud puede justificar. La película retrata con precisión las pequeñas obsesiones de la adolescencia, desde un interés repentino por los hobbies del crush hasta las miradas furtivas que lo dicen todo.
El personaje de Bo-ra es el alma de la película. Su carisma, combinado con sus actitudes torpes y decisiones cuestionables, refleja perfectamente la etapa de autodescubrimiento adolescente. Kim Yoo-jung interpreta con naturalidad la emoción de un primer amor, pasando de la negación inicial a una felicidad desbordante. Su amistad con Yeon-du añade una dimensión conmovedora a la historia, mostrándonos cómo los lazos de la juventud pueden ser tan intensos como complicados.
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El ritmo de Una chica del siglo XX es otro de sus aciertos. La narrativa fluye entre momentos de comedia ligera y escenas cargadas de emoción, manteniendo al espectador enganchado en todo momento. La dirección aprovecha recursos visuales que refuerzan la atmósfera nostálgica: desde tomas amplias en festivales de primavera hasta encuadres íntimos que capturan la vulnerabilidad de sus personajes. La cinematografía, con colores vibrantes y referencias a la cultura pop de finales de los 90, nos sumerge en una época donde la vida parecía más sencilla.
Aunque la película está ambientada en 1999, su historia es atemporal. El primer amor, la amistad y la búsqueda de identidad son temas universales que trascienden generaciones. La cámara actúa casi como un personaje más, reflejando la perspectiva de Bo-ra y haciendo que el público experimente sus emociones de forma directa. La química entre los actores, especialmente entre Bo-ra y Woon-ho, se siente genuina, lo que añade una capa extra de autenticidad a la historia.
