Lo que distingue a una buena película de una mala, es su poder de hacer vivir emociones intensas al público. Desde reír a carcajadas con Shrek y Kung Fu Panda, sentir terror en las entrañas con El exorcista y El resplandor, o simplemente testigo de historias inimaginables como El silencio de los inocentes y Zodiaco, en el séptimo arte se pueden experimentar toda clase de sensaciones.
Claramente, el cine también fue hecho para conmover al público. Algunas películas de drama son tan potentes y profundas que casi nadie se salva de derramar una que otra lágrima. Ya sea una cinta que involucre a un fiel perrito como en Siempre a tu lado, una tragedia que marca la vida de un ser humano como en Mi primer beso, o muestras de amor en tiempos de guerra como en La vida es bella, hay historias con las que simplemente es imposible no llorar.
En el catálogo de Netflix, hay todo tipo de películas capaces de cautivar a sus suscriptores con historias emotivas que llegan justo al corazón. Una de ellas proviene de la dirección de Claudia Sainte–Luce, cineasta y guionista mexicana originaria de Veracruz. A través de diálogos sencillos y complicaciones, esta aclamada cinta de 2013 introducir a cada uno de sus personajes y darles una mirada de sensibilidad, todo en un contexto en el que el fin de la vida siempre está presente.
SensaCine
Se trata de Los insólitos peces gato, una película por Lisa Owen y Ximena Ayala que llegó a los cines hace más de una década. Esta cinta, ganadora del Premio Internacional de la Prensa en el Festival de Cine de Toronto de 2013 y del Gran Premio de la Juventud en el último Festival de Locarno, cuenta la historia de Claudia, una joven que nunca conoció a su padre y perdió a su madre cuando ella tenía sólo dos años.
Claudia no tiene familia, vive en una pequeña bodega y trabaja, de forma monótona, en un supermercado. Un día se levanta con un terrible dolor de estómago, por lo que no tiene más remedio que ser hospitalizada. En el sitio, Claudia comparte cuarto con Martha, una mujer que recibe la visita de sus cuatro hijos, una escena que le repugna y a la vez le causa envidia. A la mañana siguiente, Claudia es diagnosticada con apendicitis, anunciándole que debe realizarse una cirugía.
El antepenúltimo mohicano
Durante el periodo de espera, Martha empieza a platicar con Claudia, quien en un principio apenas contesta, pero pronto empezarán una amistad entrañable. Al salir, Martha invita a Claudia pasar un tiempo con ella y su familia, donde descubrirá el porqué de la nobleza de Martha y la enfermedad que la había llevado al hospital donde se conocieron. Claudia se irá insertando poco a poco en el sistema familiar, en el que todos sufren en silencio, y donde ella asume su parte del dolor.