Guillermo del Toro siempre ha mostrado una fascinación singular por los monstruos. “Desde la infancia, he sido fiel a los monstruos. Me han salvado y absuelto porque son los santos patronos de nuestras imperfecciones felices”, explicó en una entrevista para The Hollywood Reporter. Su enfoque, tal como lo ha evidenciado en Cronos y La forma del agua, va más allá de lo superficial, otorgando a estas criaturas un simbolismo que conecta con las emociones humanas más profundas.
En 2006, el director mexicano revolucionó el cine fantástico con El laberinto del fauno, una película galardonada con múltiples premios de la Academia. Este oscuro cuento de hadas ha trascendido como una obra maestra que combina realismo mágico, folklore y una inquietante crítica social, convirtiéndose en un referente intocable para el género. Incluso tras casi dos décadas, la película sigue generando debates y fascinando a nuevas generaciones.
En el corazón de El laberinto del fauno yace la historia de Ofelia (Ivana Baquero), una niña destinada a convertirse en princesa del inframundo, pero que enfrenta pruebas mortales para reclamar su lugar. A través de una narrativa que mezcla realidad y fantasía, la película ha sido descrita como una “Alicia en el País de las Maravillas para adultos”, logrando una mezcla única de horror y magia. La relación entre Ofelia y el fauno es un ejemplo del equilibrio entre lo místico y lo aterrador que define la obra.
Más allá de su narrativa mágica, la película es un espejo de los horrores de la Guerra Civil Española. Según el Financial Times, la grotesca estética gótica de la película simboliza las sombras de la historia de España, mientras que el viaje de Ofelia representa la esperanza de un renacer. Este enfoque histórico agrega una capa de profundidad que eleva la película más allá del género fantástico, convirtiéndola en un comentario social atemporal.
¿Por qué ‘El laberinto del fauno’ es intocable para Guillermo del Toro?
Para del Toro, El laberinto del fauno es una extensión de su ideología, herencia y pasión. En una entrevista con The Talks, fue contundente al afirmar: “Oh, si alguien intenta hacer un remake de El laberinto del fauno, no puede. ¡Jamás lo permitiría!”. La película es un reflejo puro de su visión, lo que dificulta imaginarla bajo otra perspectiva. Su firmeza demuestra el valor que otorga a la autenticidad y a la integridad de su obra más querida.
Aunque el director de Pinocho y El callejón de las almas perdidas reconoce que el cine permite reinterpretaciones infinitas, su negativa a un remake de El laberinto del fauno no es incompatible con su apertura hacia las adaptaciones. Como mencionó, “hay que dejar ir esas cosas”, una filosofía que ha aplicado en otros proyectos como Hellboy. Sin embargo, el director parece guardar esta obra como un tesoro personal e inalterable. Su postura también refleja el desafío que enfrenta cualquier cineasta al proteger la esencia de su trabajo en una industria que busca constantemente rehacer clásicos.
Con El laberinto del fauno, del Toro no solo creó un clásico, sino que marcó un estándar en el cine de fantasía y horror. Su negativa rotunda a permitir un remake no es un acto de egoísmo, sino una defensa de la autenticidad de una obra que se sostiene como un testamento de su imaginación y sensibilidad artística únicas. Esto asegura que el legado de la película permanezca intacto, cautivando a quienes la descubran por primera vez o la vuelvan a disfrutar años después.