Steven Spielberg es, sin duda, uno de los directores más influyentes de Hollywood. Sin embargo, durante el rodaje de su aclamada película Lincoln, adoptó un enfoque sorprendentemente no intervencionista, dejando una gran parte del control creativo en manos de su protagonista, el actor de método Daniel Day-Lewis. Este estilo de colaboración resultó ser fundamental para capturar la esencia del decimosexto presidente de los Estados Unidos en la pantalla grande.
Daniel Day-Lewis, conocido por su inmersión total en los personajes Phantom Thread y There Will Be Blood, asumió el papel de Abraham Lincoln después de que Liam Neeson abandonara el proyecto. Su enfoque metódico transformó completamente el set de filmación y durante el proceso, el actor se mantuvo en personaje todo el tiempo, insistiendo en que todos lo llamaran "Señor Presidente" y eliminando cualquier vestigio de modernidad que pudiera romper la atmósfera histórica.
Tim Blake Nelson, uno de los miembros del elenco, describió cómo Spielberg incluso restringió el uso de camisetas con logotipos, vasos de café de papel y cualquier otro objeto moderno en el estudio. Además, el propio director vestía una chaqueta y camisa con botones todos los días para reforzar la inmersión. Este rigor no solo preservó la precisión histórica, sino que también cultivó un ambiente disciplinado y comprometido que el equipo valoró enormemente. Nelson observó que estas reglas “hicieron que el set fuera más disciplinado en el buen sentido”.
Después, Spielberg admitió en una entrevista con Emanuel Levy que nunca cuestionó el proceso de Day-Lewis. “Nunca le pregunté a Daniel sobre su proceso, nunca lo cuestioné. Simplemente lo recibí con inmensa gratitud”, comentó el director, quien reconoció que la comprensión que Day-Lewis tenía de Lincoln estaba “a un nivel subatómico”.
Como resultado, Lincoln no solo fue un éxito artístico, sino también comercial. La película recaudó 275 millones de dólares en taquilla frente a su presupuesto de 65 millones, y obtuvo un 90% de puntuación en Rotten Tomatoes, siendo aclamada por la crítica por su interpretación matizada del icónico presidente y los esfuerzos para aprobar la 13. ª Enmienda.
El éxito culminó con 12 nominaciones al Premio de la Academia, incluidas las de Mejor película y Mejor director para Spielberg. Finalmente, obtuvo dos Óscar: uno para Daniel Day-Lewis como Mejor actor y otro para la Mejor dirección artística. La colaboración entre Spielberg y Day-Lewis no solo dio vida a una de las interpretaciones más icónicas de la carrera del actor, sino que también demostró que, a veces, los grandes resultados surgen cuando los directores saben cuándo dar un paso atrás y confiar en el talento de su elenco.