Nadie puede negar el impacto que tuvo, y continúa teniendo, la trilogía de El Padrino en la industria cinematográfica y distintas generaciones de espectadores. La adaptación de la novela de Mario Puzo a manos de Francis Ford Coppola resultó un éxito gigantesco y catapultó las carreras de Al Pacino y Diane Keaton, además de que trajo de vuelta a Marlon Brando al reconocimiento de la crítica.
La cinta estrenada en 1972 fue un triunfo para Paramount, el estudio detrás de ella, pero aprobar la segunda entrega no fue una decisión tan fácil como se hubiera pensado. Fue el mismo Coppola quien reveló que tenía una idea extravagante para la época, pero logró que los productores la aprobaran para formar parte de la secuela que llegó a cines dos años después. No se trataba de las narrativas mezcladas entre el pasado y presente de la familia Corleone, sino del título del largometraje.
Previo a la década de los 50, en Hollywood se acostumbraba que las secuelas tuvieran un título distinto o complementario, tal como “Las nuevas aventuras” o “El regreso”; la única que no seguía dichos lineamientos era The Quatermass Experiment, cuya segunda entrega estrenó en 1957 como Quatermass 2. El también director de Apocalipsis ahora tuvo la misma idea para la historia de los Corleone, y a partir de ahí se volvió una tradición en la industria.
A pesar de que los ejecutivos de Paramount consideraron que llamar la segunda parte El Padrino II confundiría a los espectadores, Coppola tuvo luz verde para hacerlo y desde entonces comenzó una tendencia que sigue vigente en Hollywood, algo de lo que él se arrepiente. “Soy el idiota que inició los números en las películas. Estoy avergonzado y me disculpo con todos”, aseguró el cineasta a Washington Post.
El director no dudó en señalar que ahora Hollywood ya no lo quiere, a pesar de su intervención en el cine; sobre todo después del estreno de Megalopolis, largometraje al que invirtió toda su fortuna para presentar una propuesta completamente distinta a lo que había hecho antes. “Hacer películas sin riesgos es como hacer niños sin sexo. Es posible, pero no es muy divertido”, comentó el director.