Cuando pensamos en las convenciones tradicionales del cine de terror, solemos asociar a los personajes femeninos con las víctimas perseguidas por un asesino, que casi siempre es un hombre. La existencia del conocido arquetipo de la "final girl" lo confirma, con heroínas icónicas como Laurie Strode (Jamie Lee Curtis en Halloween) y Sidney Prescott (Neve Campbell en Scream) destacándose como algunas de las supervivientes más reconocibles del género. Mientras tanto, los asesinos masculinos, como Leatherface (La masacre de Texas) y Freddy Krueger (Pesadilla en la calle del infierno), se han convertido en los villanos más célebres del cine de terror.
Sin embargo, las asesinas femeninas también han estado presentes en la historia del cine de suspenso y terror. Aunque pocas han alcanzado el mismo nivel de fama que los villanos mencionados anteriormente, es hora de prestar más atención a esos personajes femeninos que han demostrado ser igualmente aterradores. Estas asesinas han contribuido de manera importante al terror, pavimentando el camino para otros personajes femeninos perturbadores que hemos visto en el cine más reciente como Mia Goth en Pearl.
Las villanas olvidadas que redefinieron el género de terror
En los años 70, Carrie White, de la película Carrie de Brian De Palma, se convirtió en una de las primeras asesinas femeninas populares en el cine de terror, mientras que Pamela Voorhees, de Viernes 13, se destacó como un temprano ejemplo de una asesina en serie dentro de un slasher exitoso. Sin embargo, incluso antes de la década de los 70, películas menos conocidas presentaron asesinas, aunque es difícil identificar con precisión la primera de todas.
Podemos observar ciertos movimientos cinematográficos de los años 60, como el cine de terror japonés, las películas de serie B estadounidenses y los giallos italianos, para encontrar ejemplos tempranos de asesinas. En Japón, muchas películas de terror de esa década se basaban en temas sobrenaturales inspirados en el folclore, a menudo centrando la narrativa en el sufrimiento femenino y la lucha por la autonomía. Por ejemplo, Onibaba (1964) muestra a dos mujeres que matan y roban a soldados, mientras que Kuroneko (1968) sigue a los fantasmas vengativos de dos mujeres que fueron violadas y asesinadas.
En el cine estadounidense de bajo presupuesto, los cineastas solían jugar con las expectativas del público. En Homicidal (1961) de William Castle, el asesino es revelado como una mujer llamada Emily, quien fue criada como un niño llamado Warren para complacer a su padre, quien deseaba un hijo varón. Viviendo como mujer en el extranjero, Emily usa su identidad masculina para eliminar a quienes conocían la verdad, asegurando así su herencia. Aunque es uno de los ejemplos más antiguos de una asesina en el cine, el hecho de que también adopte un alias masculino complica un poco la categorización.
Poco después, el giallo italiano La chica que sabía demasiado (1963), dirigida por Mario Bava, sorprendió al revelar que el asesino era una mujer, un recurso que se convertiría en una característica de otros giallos, como Rojo profundo (1975) de Dario Argento. Este giro resultó impactante, especialmente porque la asesina había matado a su propia hermana y a su esposo. Sin embargo, demostró, al igual que muchas otras películas con asesinas, que las mujeres también son capaces de asumir el papel de villanas implacables.